CAPITULO 19

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Jennie se despertó temprano la mañana siguiente, a pesar del hecho que tan pronto como Lisa y Chaeyoung llegaron a su aislada casa la habían llevado directo al dormitorio y la habían castigado exquisitamente.

Tenía que pagar, se habían reído, por atreverse a deslizarse en el Club y romper su control de esa manera.
Desvergonzada, la había llamado Chaeyoung mientras la sujetaba en la cama.

Lasciva, Lisa se había reído mientras golpeaba su culo, mirándola alzar sus caderas hacia arriba, buscando más de la erótica estimulación. La habían mantenido en el borde por siempre, mientras ella rogaba, imploraba y les pedía que la jodieran hasta el olvido. Lo que habían hecho, y bastante bien, tenía que admitir.

Tensa, doliéndole en sitios que nunca supo que podían doler, se arrastró sobre el cuerpo boca abajo de Chaeyoung, ignorando su irritado gruñido cuando ella golpeó su bien definido trasero.

—Llegamos tarde al trabajo —le informó mientras se ponía la camisa de Luisa sobre su cuerpo desnudo—. Y todavía tengo que ir a casa y vestirme — cogió su propia camisa y frunció el ceño al ver los rasgados agujeros donde una vez había habido botones—. Arruinaron mi ropa.

—Era ilegal —gruñó Chaeyoung.

—Estoy de acuerdo, rasgar mi ropa debería ser una ofensa mortal —le lanzó una mirada burlona—. Tal vez te castigue esta noche.

Chaeyoung abrió un ojo, mirándola torvamente. —Vuelve a dormir.

¿Volver a dormir? Nunca se había sentido tan estimulada.

Empujó en su hombro, riendo en silencio mientras Chaeyoung gemía, pero se giraba a pesar de todo. Sus pechos a la vista y bajando más al sur su su abdomen se veía exquisito, era una invitación al placer mientras ella se sentaba a horcajadas sobre su duro y le miraba peligrosamente.

—Espero que hablaran en serio anoche —dijo suavemente, consciente de que Lisa había rodado acercándose al sentir sus labios en su rodilla, su mano recorriendo su muslo—. Intentad escapar de mí y os lo prometo, me volveré vuestra peor pesadilla.

Ella había leído sobre acechadores. Estaba bastante segura de que podría hacer una imitación maravillosa.

Chaeyoung apartó los mechones sueltos de su pelo detrás de su hombro.
Su sonrisa, normalmente malvada y provocativa, era suave y apacible por la emoción —Cada palabra —le dijo suavemente—. Nosotras dos, Jennie, para siempre.

Jennie tragó fuertemente.
Estaba dando tanto de sí misma a estas dos mujeres.

Miró hacia Lisa.

—¿Y qué pasará si uno de vosotras quiere a alguien más después?

Lisa la miró con sorpresa.

—Jennie, eres nuestro corazón.
No pareces entender, nena, que somos dos lados de la misma moneda. No puedes tener una sin la otra, y hemos esperado demasiado tiempo esto, a ti, como para querer o necesitar a alguien más.

¿Cómo ella no podía creerles? La estaban mirando, con sus ojos brillantes llenos de amor, de promesas.

—¿Y qué hay sobre una familia o hijos? —susurró finalmente.—. ¿Podríamos tener?

Lisa sacudió su cabeza confusamente.

—Bueno, sería agradable, solo si realmente lo quieres—sonrió suavemente—. ¿Qué pasaría con ellos?

Ella carraspeó con delicadeza.

—No estaréis seguros, lo sabes —agitó su mano expresivamente—. De quien a quién llamarán su madre, con certeza.

Ambas fruncieron rápidamente el ceño mientras se elevaban para ponerse a su nivel. Pero era más disgusto que la pena que ella pensaba que iba a ver.

—Cualquier niño que tengas, Jennie, es nuestro niño. Nunca importará quien lo engendró, ambas conoceremos esa posesividad, ese amor por un niño que es nuestro, es parte de nuestro vínculo, nena, y parte de nuestro regalo para ti —la voz de Chaeyoung era baja, profunda, llena de emoción mientras la mano de Lisa acariciaba casi reverentemente su plano abdomen.
La dejaron sin aliento, robando sus miedos, y por una vez en su vida ella creyó.

Creyó que era adorada y que las necesidades que la obsesionaban y la atormentaban serían aceptadas.

Ella las amaba a ambas.

Despacio, sobrecogedoramente, las dos mujeres se habían introducido en su corazón y lo habían llenado hasta derramarse.

—Bien —echó un vistazo a Lisa, tragando el nudo de emoción de su garganta. Sonriéndole perversamente, Lisa estiró del borde inferior de su camisa. —Detén eso —ella le pegó en la mano y antes de que cualquiera de ellas pudiera detenerla, saltó fuera de la cama y corrió hacia el cuarto de baño—. Tengo que estar lista e ir a casa antes de ir a la oficina. Voy a necesitar café, si no os importa. Espero que tengáis una máquina de hacer capuchino —cerró la puerta del baño tras ella, con una complacida sonrisa cruzando su cara.

La vida estaba definitivamente empezando a sonreírle.

Chaeyoung echó un vistazo a Lisa mientras rodaba de la cama, mirando fijamente la puerta cerrada del baño con una mirada bastante menos que complacida.

—Estamos jodidas —dijo Lisa simplemente.

Chaeyoung supo que no se refería al acto, sino al estado de dominación que podían ver que iba a envolver su vida en los pocos momentos no sexuales de su vida con Jennie. —Déjala divertirse —Chaeyoung raspó su pecho perezosamente—. Si se nos escapa de las manos, siempre podemos volver a atarla a la cama.

Lisa miró burlonamente a su hermana. —Ah, no tienes ni idea del monstruo que vamos a crear —sacudió su cabeza con cautela—. Estamos jodidas, hermana, llana y simplemente.

No sonaba disgustada.

—Estoy esperando —las llamó ella desde el cuarto de baño—. ¿Quién tenía la tarea de lavarme la espalda esta mañana?

Lisa miró a Chaeyoung al mismo tiempo que su hermano encontraba su mirada.

Miraron hacia la puerta del baño, luego la una a la otra, y comenzó la carrera.

Podían compartir la mayor parte del tiempo, pero no había manera de que esa condenada ducha pudiera albergarles a las tres.

Desafortunadamente, llegaron a la puerta al mismo tiempo. Suspiraron a unísono.

—Ciertamente, una ducha más grande —dijo Lisa con una mueca mientras Chaeyoung conseguía empujarle y, sonriendo con aire de suficiencia, entró primero a la ducha.

Se apoyó contra el marco de la puerta, riendo cuando la risa de Jennie resonó desde el cubículo. Las sombras de su hermana y su amante se retorcieron, giraron, con sus manos tocándose y los labios encontrándose.

Excitante y absolutamente posesiva, Chaeyoung la apretó contra la pared y comenzó a demostrarle quién era la jefa… al menos en la ducha.

La vida definitivamente cambiaría para todas, pero ellas la tenían ahora, su hastiada, pequeña consorte, dispuesta a amar y queriendo aceptar los placeres que elloñas podían darle, para la adoración que habían salvaguardado sólo para ella. 

Como los Troyanos antes de ellas que habían encontrado a la mujer perfecta, ellos la sostendrían, la ocultarían cuando pudieran, mirarían con orgullo cuando no pudieran, y la protegerían mientras tuvieran aliento.

Sus perversas intenciones habían dado resultado cuando pusieron su vista en ella. Y ahora sus corazones, sus mismas almas, se regocijarían para siempre en el resplandor de la sonrisa de Jennie.










FIN

















Y llegamos al final, gracias por leer y votar.

Nos leemos luego

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𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora