CAPITULO 11

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El autocontrol, que tanto buscaba, en ocasiones la tan lamentada virtud, no debería tener los matices destructivos, implacables, que Chaeyoung había vislumbrado en los ojos negros y heridos de Jennie. Eso no debería causar que una mujer apasionada, vibrante, negara el corazón mismo de su sexualidad, ni dejarla sollozando bajo la fuerza de una ducha cuya frialdad podía ser sentida fuera del cubículo de cristal donde ella estaba. Pero eso era exactamente lo que había causado.

Chaeyoung y Lisa sabían hace tiempo que Jennie Kim era única, un desafío, diferente de cualquier mujer que hubieran conocido en sus vidas. El hecho de que ellas, a lo largo del año pasado, lentamente, se habían enamorado de ella, no era el punto. Ellas habían visto en ella una fuerza de voluntad, que a menudo había reflejado la suya propia, y una soledad que resonaba en sus pechos.

Ella y Lisa, a pesar de todas las apariencias, habían vivido una tranquila, a menudo, solitaria vida.

El lazo que compartían era más intenso que el de la mayoría de otros mellizos, que provenía, pensaba ella, del hecho de que ellas eran fraternales más que gemelas idénticas. Los primeros años de sus vidas habían sido separadas por sus padres divorciados, viéndose la una a la otra sólo de vez en cuando e incluso entonces las visitas habían sido breves. Sólo con la muerte de su madre después de su décimo cumpleaños se les había dado, finalmente, la posibilidad de conocerse la una a la otra, desde ese momento, habían sido inseparables.

Chaeyoung era el tranquila.

Al que uno raramente le prestaba mucha atención. Ella prefería mirar las debilidades de los hombres y silenciosamente aprender de los errores de los otros.

Lisa era la hermana más sociable. Había prosperado en la carrera, a menudo agotadora, que había escogido y había disfrutado de los desafíos que se le presentaron. Chaeyoung estaba más que contenta de trabajar entre bastidores, coordinar y ver los proyectos, en lugar de meterse en la refriega, peleando con competidores que se hubieran hecho con los  contratos más lucrativos.

Era por esta razón que Chaeyoung había dado un paso atrás y había permitido a Lisa comenzar la primera ola de asaltos sensuales contra Jennie. Ella se sentía atraída por ambas, ellas sabían eso desde el principio, aunque Chaeyoung dudaba en aquel tiempo de que ella fuera consciente de la cuidadosamente planeada seducción y de la caída que ellas habían arreglado para Jennie.

Cuan fácilmente sus planes habían explotado en sus caras. Chaeyoung se paró fuera de la ducha, apoyándose contra la pared, la cabeza baja, escuchando los débiles sonidos de sus sollozos.

Ellas la habían hecho llorar.

Sacudió su cabeza ante aquel pensamiento.

No, ellas no la habían hecho llorar, ella había permitido que su necesidad de autocontrol le impidiera llegar al orgasmo que se había estado construyendo dentro de su cuerpo. Aquella misma necesidad le había hecho huir de ellas, le había enviado a luchar por reunir los andrajosos fragmentos de su orgullo y retirarse tan rápidamente como fuera posible de las mujeres que habían visto su caída.

Chaeyoung se movió con cuidado, despacio, fuera del cuarto de baño.
No quería alertarla de su presencia, de que en su confusión ella había olvidado cerrar la puerta de la calle y había dado libre acceso, sabía, que consideraba como el enemigo.

Pasó al dormitorio y comenzó a prepararlo para ella. Lisa llegaría más tarde, pero por ahora, Chaeyoung tenía el control, y Jennie podría haber aprendido cómo manejar a su hermana, pero ella no tenía ninguna idea de cómo manejarla.

Puso varios otros artículos sobre la mesita de noche. Colocó en un lado un tubo de gel lubricante, un consolador anal inflable y un vibrador gelatinoso. Después vino un juego de abrazaderas de pezones que vibraban y una pequeña mordaza de pelota.

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora