CAPITULO 10

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Lisa disimuló su sorpresa, su conmoción.

No era fácil, estaba segura de que le ocurría lo mismo a Chaeyoung, ella había intentado fingir un orgasmo.

No podía creerlo; apartó los dedos del apretado orificio de su vagina, sintiendo las contracciones en el suave tejido. Se apartó mientras se esforzaba en atemperar su ira, no podía creer que ella se hubiera atrevido a hacer algo tan imprudente, tan innecesario.

En lugar de ceder a sus propios deseos, a las demandas de su cuerpo para liberarse del control que tanto defendía, había fingido un orgasmo tan evidentemente falso que hubiera querido apalearla sólo por intentarlo. Lisa levantó la mirada y la fijó en ella.

Estaba mirando el techo, con expresión tensa, su cuerpo estaba rígido por el nerviosismo y el deseo no satisfecho.
Tenía razón en estar nerviosa.

Lisa encontró la mirada de Chaeyoung y vió en sus ojos la misma cólera que ella sentía crecer en su interior.

—Dejadme ir ahora —dijo con voz fría, tranquila, como si un momento antes no hubiera suplicado que la follaran, como si no hubiera temblado en sus brazos mientras estaba a punto del orgasmo.

Lentamente, Lisa le hizo una señal con la cabeza a su hermana y vió que apartaba sus manos de los pechos ruborizados por la pasión que acababa de acariciar.

Los pezones de Jennie estaban duros, enrojecidos; su excitación aún no había desaparecido, no sólo las había engañado a ella y a Chaeyoung, sino también a sí misma, y de tal manera que se preguntaba con qué frecuencia lo había hecho antes. Era una jugada hábil, que no hubiera notado alguien de menos experiencia, pero ella sí, y aunque no fuera el momento de obligarla a abandonar el control que tanto luchaba por mantener, estaba segura de que pronto lograría que ella hiciera eso y mucho más.

Lisa se puso lentamente de pie.

Ella se alejó de Chaeyoung, tomó su blusa del respaldo de la silla y se la puso. Sus manos temblaban; su pelo largo estaba enredado y sus mejillas sonrojadas, tanto por la cólera como por el anhelo.

Permanecía cabizbaja, pero podía ver las emociones que se reflejaban en su rostro, el miedo y la vulnerabilidad, la lucha por recuperar el control. Ella y su maldito control, ya había tenido bastante de eso.

—¿Piensas que soy tan idiota? —le preguntó suavemente.

Jennie detuvo sus intentos de abotonar su blusa, permaneció inmóvil ante ella, buscando desesperadamente alguna buena explicación.

—No te molestes en mentir —le levantó la barbilla para poder mirar fijamente aquellos increíbles ojos castaños y por primera vez notó una vulnerabilidad que nunca hubiera imaginado encontrar en ella—. Dime por qué.

Jennie tragó fuerte antes de poner distancia entre ellas; rápidamente se abotonó los botones restantes de su blusa y metió los pies en sus zapatos.

—Me marcho —su voz era ronca, con remanentes de deseo y temor—. No volveré.

Lisa se cruzó de brazos mientras Chaeyoung se acercaba a ella.

—¿Realmente piensas que huir te servirá de algo, Jennie? —le preguntó Chaeyoung con gentileza.

Lisa podía sentir la necesidad de actuar de su hermana, de aliviarla, de alejar de ella el dolor y el miedo que podían ver en su cara. Jennie levantó la cabeza, la furia tiñó sus facciones por un breve momento antes de que se posesionara de ellas una fría burla.

—Qué arrogancia —exclamó con desdén—. No estoy huyendo, simplemente no me interesa ahora, lo intentastaron y fallaron, demasiado mal, qué lástima — se encogió de hombros descuidadamente—. No pasa nada.

𝐏𝐄𝐑𝐕𝐄𝐑𝐒𝐀𝐒 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora