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Saqué mi teléfono del bolsillo, dispuesta a poner algo de música antes de empezar a limpiar.

-¿Prefieres música tranquila o...? -pregunté.

-Tranquila.

No sabía si le gustaría. Me asustaba que le disgustara.
Dejé de pensarlo y pulsé el botón.

¨Daylight¨ de David Kushner empezó a sonar, invadiendo el silencio que se había creado.

Empecé limpiando algunas mesas mientras él recogía los platos.

El tiempo pasaba y nosotros seguíamos allí. Se notaba que era un restaurante de alta calidad. Era bastante grande, con un menú muy amplio.
Pasaron alrededor de dos horas cuando acabamos de limpiar. Estaba agotada. No había dormido casi nada y el cansancio mental me estaba matando.

-Gracias. -dijo el chico.

No esperaba que me diera las gracias. Es lo que normalmente se hace, pero pensaba que al terminar, se marcharía sin decir nada.

-De nada. -era una situación algo incómoda, no sabía que hacer a continuación. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos, y las palabras salieron de mi boca sin yo planearlo-. ¿Qué vas a hacer ahora?

El chico me miró extrañado. Sentí que lo había estropeado todo.
Se quedó observándome unos segundos. Desde la cabeza a los pies, y desde los pies a la cabeza. Sentí que me estaba evaluando. Nadie se había detenido a mirarme tanto.

-Ven. -añadió, y empezó a caminar hacia la puerta del restaurante.

Dudé un segundo. Mi primo se preocuparía si se levanta y ve que no estoy. Pero, aunque quiero mucho a Zac , él me quiere tener encerrada, como a una prisionera. Solo sabe huir. Y lo entiendo, nuestra situación no es como la de los demás. Pero yo quería vivir. Quería enterrar el pasado. ¿Y qué mejor manera para hacerlo que siguiendo a un desconocido?

Salimos del restaurante y lo seguí hasta unos aparcamientos. El chico (cuyo nombre todavía no había preguntado) se detuvo al lado de una moto. Era negra y grande. Sacó un casco, y seguidamente sacó otro.
Mi mente empezó a procesar la escena. Dos cascos, dos personas y una moto.
¿Pretendía llevarme en moto a algún lugar completamente desconocido para mi?

-Si estás pensando en si pretendo llevarte a algún lugar desconocido para ti, tienes toda la razón.

Eso me pilló por sorpresa. No supe cómo reaccionar. ¿Debería ir? Nunca había ido en moto. ¿Y si se caía?
Conocía a ese chico de unas horas. No podía confiar en sus habilidades de motero porque nunca las había visto. Aunque su moto parecía buena así que supuse que tenía experiencia.
Pero...¿Y si no la tenía? ¿Y si tenía esa moto porque se la compró sin saber nada?
Miles de pensamientos se crearon en mi cabeza. Todo eso estaba mal. No era buena idea subirme a esa moto...

-Tengo veintidós. Llevo cuatro años con la moto. -aclaró, como si me estuviera leyendo los pensamientos-. Si no quieres subir, no subas. Solo te traje hasta aquí porque tú preguntaste. Pero eres tú la que decide qué quieres hacer.

Agradecí que me aclarara algunas preguntas. Pero seguía sin saber qué hacer.

-¿Cuántos años tienes? -preguntó.

-Diecinueve.

-Sube, te lo vas a pasar bien. -se puso el casco de la moto y se montó en ella. Seguidamente, me ofreció el otro casco-. En caso de que algo vaya mal, será mi responsabilidad. Pagaré todos los daños que pueda ocasionar.

-Entonces, ¿Si me rompo una pierna en la moto, pagarás tu la operación? -pregunté, me divertía esa conversación.

-Exactamente, señorita. -respondió, mientras me guiñaba un ojo.

-Pues en ese caso, vamos.

Me puse el casco y subí en la moto sin pensar en nada más. Rodeé su abdomen con mis brazos y sentí como su cuerpo se relajaba.
No sabía si estaba en un lugar seguro, pero yo me sentía segura.

Lo último que perdí fue la confianza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora