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Rizan estaba delante del hotel a las diez y media en punto. Ni un minuto más ni uno menos.

-¿Tienes planes? -me preguntó mi primo justo cuando abría la puerta de la habitación para salir.

-Si. -respondí, seca.

-Te dije que no estamos aquí para hacer amigos... -se calló antes de continuar con la frase. Levante las cejas en señal de que podía seguir-. Y mucho menos a ligar.

Estaba planeando alguna excusa que soltarle para que no me diera el coñazo. Pero no podía negar que tenía toda la razón del mundo. Era una cita. Pero ¿Qué pretendía que hiciera? ¿Quedarme encerrada y solo salir para trabajar y comprar el pan?

Ante mi silencio, vi que tenía intención de volver a hablar, pero le callé.

-Soy consciente de que pongo todo en peligro. -acepté. Yo ya sabía lo arriesgado que era. Solo... supongo que no me acostumbraba a vivir así-. Pero, Zac, entiéndeme, ¿Qué cojones se supone que tengo que hacer? ¿Vivir condenada a ir mudándome cada vez que algo no sale como planeábamos? Quiero vivir. Salir con chicos, acostarme con ellos, emborracharme... Joder, que tengo diecinueve años, me queda mucha vida por vivir.

No le gustó esa respuesta. Me miró fijamente. Entre decepcionado y enfadado.

-Tú tienes diecinueve, claro que te queda mucha vida por vivir, Violet. Pero, ¿Te recuerdo una cosa? -hizo una pausa, esperando una respuesta por mi parte, pero decidí permanecer callada. Y en ese mismo momento, fue cuando explotó-. ¡Te recuerdo que yo tengo veintitrés años! ¡Veintitrés! ¡También me queda toda una vida por delante! Pero no puedo vivirla Violet, no puedo. ¿Sabes por qué? -su tono era de enfado, estaba muy cabreado. De vez en cuando soltaba suspiros como si no pudiera creerse la situación-. Porque tengo que estar aquí, cuidando de ti. ¡Porque llevo tres años ocultándonos de la policía! ¿¡Cuánto crees que podré seguir así!?

-Zac, yo... -intenté decir.

-¡No, Violeta, no! ¡Estoy harto! ¡Harto de hacer lo posible para sobrevivir, para cuidarte. Y mientras yo me dejo la piel en eso, tú solo piensas en salir para ligar y en vivir una vida normal cuando no puedes! -seguro que tenia millones más de cosas para decir, pero se calló. Relajó la expresión y se puso las manos en la cabeza.

No sabía que decir. Estaba completamente paralizada. Él tenía razón. Me estaba resolviendo la vida, haciendo que todo sea más fácil. Y yo, en vez de quedarme quietecita para agradecerle todo, solo pienso en salir para joderle la vida más de lo que ya lo he hecho. Soy una egoísta. ¿Cómo no he podido darme cuenta de todo esto antes? De lo mal que lo estaba pasando mi primo. Siempre lo he tenido delante, pero supongo que nunca le he prestado más atención de la necesaria.

-¿Sabes qué? -me lo preguntó lleno de rabia y de miedo, de tristeza y odio. Y era por mi culpa-. Si quieres una vida normal, ve y entrégate, cumple tu condena y cuando salgas de la cárcel, vive tu vida como siempre has querido hacerlo. Al menos si lo haces así, nadie saldrá herido, porque no sé cuánto más voy a aguantar, Violet.

Se me cayó el alma al suelo. También las esperanzas, la ilusión de vivir y todo lo positivo de esta vida. Oficialmente, no me quedaba nada. Mi primo también se había rendido conmigo. Y lo entendía. Solo era una carga. Una de esas que llevas en la espalda mientras escalas el monte Everest. El problema es que no es una carga pequeña, no. Es enorme, ni siquiera yo misma la puedo llevar y soy la culpable, ¿En qué momento dejé que mi primo la llevara a cuestas?

Él ya había salido herido por las consecuencias. Pero igual que él, habían salido heridas muchas personas más. No solo por las consecuencias, si no por el acto.

-Lo siento, Zac. Puedes irte si quieres. A partir de ahora, es todo mi problema. Tendría que haber sido así desde el principio. Te quiero, primo.

Nada más acabar de decirlo, me fui.

¿Adónde? Te preguntarás.

Al único sitio que me quedaba.

A una cita.

Lo último que perdí fue la confianza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora