16

3 0 0
                                    




Luego de dejar a Dan atrás, me dirigí hacía el hotel en donde estaba mi primo.

Mientras caminaba por la acera, estaba amaneciendo. Zac no estaría despierto todavía.

Había pasado alrededor de tres horas fuera, no me arrepiento, pero tampoco estoy contenta.

Ese maldito motero... me había divertido. Con él, con Roxi, ¡Incluso con Rox!

Pero eso no era bueno para mi, no buscaba diversión, buscaba un escape.


Entré en la habitación. Mi primo seguía dormido, así que decidí darme una larga ducha.

Al salir, me encontré a Zac haciendo el desayuno. Fui hacia el armario a buscar ropa que ponerme, tampoco me hacía gracia estar delante de él cuando solo me tapaba una toalla.

-¿Ducha mañanera? -preguntó, mientras cogía la sal.

-Sí. Necesitaba algo de paz.

-¿Noche larga?

-Algo así. -concluí.

Volví al baño para cambiarme. Elegí unos vaqueros simples y un jersey blanco. Me miré al espejo. Tenía las ojeras bastante marcadas. Tenía que dormir más. Esperaba hacerlo.

Salí de nuevo a la habitación y vi una bandeja con un plato de huevos fritos y salchichas encima de la cama. Sonreí.

-Eres el mejor.

-¿Lo dudabas? -añadió, mientras arqueaba una ceja y ponía sonrisa graciosa.

-Para nada. -respondí, sonriente.

Me senté en la cama a comer. Zac hizo lo mismo.

Hubo un silencio al principio, hasta que habló.

-Necesitamos trabajo.

Me pillo de imprevisto y casi me atraganto con las salchichas. Lo fulminé con una mirada ceñuda. Mastiqué la comida y hablé.

-Dirás necesitas. -añadí, desconcertada.

-He dicho necesitamos. -replicó, serio-. Mis ahorros se gastan, y no voy a trabajar yo mientras tu te pasas los días aquí encerrada. Además, es mejor si trabajamos los dos. Ganaremos más.

-¿Quién dice que voy a estar encerrada?

-¿Acaso conoces a alguien de aquí para salir? -preguntó.

De hecho, si. Pero él no lo sabía, y yo no le iba a contar la historia.

Mi silencio le sirvió como respuesta.

-Pues ya está. Trabajaras en una empresa de coches. Solo tienes que responder preguntas de clientes, apuntar las cosas... y todo eso. Fácil.

-Ah, pero que ya tenías todo pensado, sin mi aprobación. -repliqué, con cierto recelo.

-Pensado y hecho. Ya estás contratada.

Le dirigí mi mirada más fría y resoplé.

-Que remedio entonces...

-Fantástico. Empiezas hoy a las cinco. -concluyó-. Está cerca de aquí, yo te acompañaré.

Lo mire con asco, pero no me quejé. Zac tenía razón, si los dos trabajamos, viviríamos mejor. Pero eso no hace que me haga gracia tener que trabajar en una empresa de coches. Ni siquiera me gustan. Quizás si fuera de motos me gustaría más...

Cuando el reloj marcó las cuatro y media, mi primo y yo salimos del hotel, para ir a mi nuevo trabajo. Está a unos veinte minutos andando, lo que me alegra, ya que me gusta dar paseos.

Llegamos a una empresa irlandesa, la cual no tenía ni idea de que existía, aunque tampoco me molesté en mirar el nombre. Un hombre nos recibió en la entrada. Tenía toda la cara y la actitud de un jefe: alto, pelo negro, ropa formal... así que supuse que iba a ser el mío.

Empezó a hablar de como tenía que hacer las cosas, del funcionamiento del ordenador... yo solo asentía. Mi cabeza pensaba en el motero. ¿Dónde estaría ahora? ¿Qué me importaba? Yo misma me había ido. Yo lo había elegido. Y no me arrepiento. Era lo que tenía que hacer.

-¿Entendido?

Volví al mundo real. Me había quedado absorta en mis pensamientos, no había escuchado ninguna palabra.

-Entendido. -respondí, con una sonrisa convincente.

Ya me las apañaría. Tampoco tenía que ser muy difícil controlar ese aparato con teclas.

-En ese caso, a trabajar. Acabas a las 11. -y sin nada más que añadir, se fue.

Mi primo me miró con desconfianza.

-¿Seguro que te has enterado?

-Sí. -mentí con descaro-. No te preocupes por mí, vete a tu trabajo.

Me miró con pena. Me dio un beso en la frente y nos despedimos.

Una vez que me quede sola, me senté frente al ordenador y empecé a explorar.

Media hora después, me estaba quejando porque no entendía nada. No venía nadie. ¿Algo tendría para hacer de mientras, no? Busqué en los archivos pero no había nada. Empecé a ponerme nerviosa, ¿Así iban a ser mis días? ¿Sin hacer nada cobrando una miseria?

Es decir, no sabía cuanto me iban a pagar. Lo más probable es que me lo hubiera dicho mi jefe mientras me explicaba todo, pero como estaba en mis mundos, ahora estaba estresada.

-¡Maldito trasto! -comencé a gritarle al ordenador, desesperada-. ¡No te entiendo!

Unos cuantos gritos después, pensé que la pobre máquina no tenía culpa. Así que me rendí, cansada de existir.

-Por favor, solo pido una ayuda. ¿Es tanto pedir?

Como si el universo me hubiera escuchado, de repente, una puerta se abrió. Miré en la dirección del sonido. Al parecer un poco más a la derecha había otra puerta que supuse que era un despacho, y consigo traía a un chico, de unos veinte años. Estatura media, pelirrojo... y con cara de confusión.

-¿Estás bien? -preguntó, desde la distancia.

Me quede unos segundos más mirándolo, luego volví la vista al ordenador.

-¿Tú sabes como va este trasto? -añadí, sin entenderme ni a mi misma.

Se rio por lo bajito.

-¿No has escuchado nada de la explicación?

-Absolutamente nada. Ayuda, por favor. -le pedí.

Se acercó a pasos lentos y algo vacilantes. Cuando llegó a mi lado, me di cuenta de que tenía pecas, y era guapo. Me echó un vistazo de arriba a abajo. Me sentí algo intimidada.

-Sabía que venía una nueva chica, pero no me dijeron que era tan guapa. -dijo, con una sonrisa astuta-. Soy Rizan, Riz para los amigos.

Vaya, vaya, empezamos con buen pie.

-Encantada, Rizan. Soy Violet.

Lo último que perdí fue la confianza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora