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¿Adónde vamos? -pregunté, mientras nos dirigíamos hacia el mostrador de los tickets.

-Lejos.

-He dicho a dónde, no a qué distancia -repliqué.

-Vamos a Irlanda -contestó, serio.

-¿A Irlanda? -pregunté, confundida-. Pero si no sabemos inglés.

-Tú no sabes ingles, yo sí.

-Saber decir hola y cómo estás no es saber inglés -repliqué, con un tono de burla.

-Violet, cállate -su semblante era muy serio, decidí callarme-. Da igual a donde vayamos, la cosa es escondernos.

Tenía razón. Toda esta situación me provocaba escalofríos.

-Vale.

Zac compró los tickets y caminamos en silencio hasta la fila para revisar las maletas. Solo llevaba una mochila con algo de ropa, cascos y un poco de dinero.
Mientras poníamos todas nuestras cosas en las cajas negras, sentí una ansiedad increíble. Empezaron a temblarme las manos. Mi primo se dio cuenta, y me miro con cara preocupada, pero yo sabía que en ese momento él no podía hacer nada. Ni yo tampoco. Trató de poner de su parte y metió todo en las mochilas lo más rápido posible.
Se lo agradecí. La ansiedad me corría las venas y un ataque se estaba aproximando. Llegamos algo tarde y la mayoría de pasajeros ya estaban sentados en sus asientos. Zac y yo buscamos los nuestros y nos sentamos en silencio.
Respiré hondo. Mi primo me miró, y le asentí en señal de que estaba bien.

Viajar para escapar. Es asfixiante.

Lo último que perdí fue la confianza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora