XXXIV Maratón (1/19)

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AMALIA

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AMALIA.

Empiezo a despertarme y lo primero que noto, mucho antes de que abra los ojos, es un gran dolor de cabeza.

Hoy va a ser un mal día.

Abro los ojos, pero eso solo hace que me dé una gran punzada y mi dolor de cabeza se vuelva más agudo.

¡Ay, no! ¿¡Por qué!?

Me quejo y entierro la cabeza en lo que siento que es una almohada.

—Quejarte no te servirá de nada, mi chocolatina —me dice Huxley y yo solo me quejo—. Mejor levántate y date una ducha para ir a almorzar.

Abro los ojos con mucho pesar y lo veo parado a un lado mío en la cama.

—Me duele mucho la cabeza —él suelta una pequeña risa—. Y es desayunar, no almorzar.

—Te perdiste el desayuno —me revela mientras yo me voy sentando en la cama—. Anoche bebiste de más y te dormiste bastante tarde, por cierto, es divertido verte ebria.

Lo veo mal antes de percatarme de su vestimenta.

—¿De donde sacaste esa ropa? —le cuestiono.

—Le pedí a alguien del castillo que me la enviara, ya que tú estas usando la mía.

Lo veo confundida antes de ver hacia abajo y ver mi vestimenta.

Abro los ojos sorprendida cuando me percato de que traigo su camisa puesta y cuando reviso si traigo algo más abajo y compruebo que no es así, me sorprendo aún más y siento como se me baja la presión.

¡Ay, dios! ¿¡En qué estábamos pensan...!?

¿¡Y si nos escucharon!?

—No paso nada de lo que imaginas anoche, pervertida —me revela Huxley burlándose de mi—. Bueno, es cierto que tú querías que lo hiciéramos —siento como la cara se me pone roja de la vergüenza— e incluso te enojaste conmigo cuando me negué e intentaste salir de la habitación para ir conmigo para que te hiciera un bebé, pero no paso nada más que eso.

—¿Entonces porqué...?

—El sostén te asusto y dijiste que las bragas eran incomodas, entre otras cosas —lo veo desconcertada—. No suena tan creíble, pero eso fue lo que sucedió, te lo juro.

—Es la última vez que bebo en mi vida, lo juro —se ríe—. Es en serio.

—Como tú digas —se sienta a mi lado— ¿Quieres una pastilla para el dolor de la cabeza? —asiento— ¿Y comida? —vuelvo a asentir—. Entonces date una ducha mientras yo te traigo una pastilla y luego vamos a almorzar con tu familia.

—Esta bi... ¿Y mi rop...? —señala una esquina de la cama, en donde se encuentra mi ropa perfectamente doblada junto con una toalla—. No tardo.

—Ok.

LA CHOCOLATINA DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora