XXXXXII (19/19)

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—¡NO!

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—¡NO!

Uno de los rogues aprovecha que el rey se distrajo cuando grito cuando vio a su soulmate dar su último respiro y encaja hasta lo más profundo una de sus garras en el pecho del susodicho, el cual, no parece reaccionar hasta que todos se alejan de su alrededor y este cae débilmente al suelo.

Paxton, con la sangre hirviendo de dolor y rabia, se levanta como puede del suelo e intenta llegar hacia donde su pareja para lanzarse sobre la asesina de esta, pero no llega muy lejos cuando una espada atraviesa su abdomen desde atrás y después de que sea retirada, termina cayendo al suelo.

—Vaya, vaya —dice el líder de los rogues en un tono burlón mientras pone un pie sobre la espalda del rey provocando que este ultimo gima de dolor y no se pueda mover—, parece que el querido rey ha perdido a su querida reina.

Paxton no le presta ni la más mínima atención al líder de los rogues, ya que solo tiene un objetivo:

Llegar hasta donde esta Amalia.

—Oh... —dice al darse cuenta de sus intenciones—, con qué quieres morir junto con ella, bueno —quita su pie de encima—, ¿quién soy yo para evitarlo?

El pelinegro se arrastra como puede y después de un buen tiempo, logra llegar hacia donde se encuentra su pareja.

—Esto no habría pasado si me hubieras elegido a mi en vez de ella —le dice la que alguna vez fue su amiga mientras él atrae y abraza como puede el cuerpo inerte de su pareja—, ahora ya no hay nada que podamos hacer.

Paxton ve el rostro de su amada mientras llora antes de dejar un beso sobre sus labios y posteriormente, voltear a ver furioso a Angela y mascullar con el mayor odio del mundo:

—P-Púdrete.

—Eso harás tú junto a ella.

Un rogue se acerca desde el otro lado y sin más preámbulos, encaja algunas garras sobre el cuello del rey y este, no mucho después, termina dando su ultimo respiro abrazando con sus ultimas fuerzas a su pareja.

Angela y el líder de los rogues sonríen como nunca en su vida, pero no tanto como el líder principal de ese plan, quien a pesar de haber presenciado todo con sus propios ojos, no podía terminar de creer que su plan había funcionado.

Por fin se había deshecho del rey y no solo eso, también de su pareja y de paso, de la mascota de estos que tanto odiaba pero toleraba solo para llevar a cabo su plan.

Ese día, en definitiva, era el mejor de su vida y no habría ningún otro que lo superara.

Con pasos decididos y seguros, y para desconciertos de todos, empieza a acercarse hasta que por fin queda delante sobre los cuerpos ya sin vida de los que alguna vez fueron sus jefes.

Sonríe con autosuficiencia al ver su cometido, para posteriormente hacer una mueca de asco cuando se percata de que sin querer piso un poco de sangre.

—Y bien, papá —habla la pelinegra—, ¿ahora que sigue?

LA CHOCOLATINA DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora