Amor propio

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Él: ¿Por qué lloras?

Ella: Él se fue —dijo simplemente—. Dejó de amarme... ¿Cómo puede ser posible algo así?

Él: A veces, o siempre, uno no puede elegir qué sentir.

Ella: Quien recibe amor, debe dar amor.

Él: ¿Como si fuera un impuesto a pagar?

Ella: No necesariamente, pero si te aman, lo menos que puedes dar es lo mismo.

Él: ¿Recuerdas el ave?

Ella: ¿Qué ave?

Él: Aquella que encontraste luego de una tormenta, herida en un ala. Sin obligación ni motivo alguno, le diste un hogar hasta que sanó y le devolviste su libertad.

Ella: ¿Quieres decir que está bien que me usen para sanar?

Él: No, digo que lo que uno da por amor no debe tener interés alguno, ni siquiera amor mismo. Esa ave seguramente te amaba también, pero no por eso dejaría su vuelo ni su propia naturaleza, y tú tampoco dejarías de ser humana para unirte a su vuelo.

Ella: Sigo sin entender...

Él: Se llama amor propio. Si el ave te hubiera amado más que a ella misma, se hubiera quedado en tu jaula para no perderte. No hagas lo mismo, debes amarte, volar...

Ella: Es fácil decirlo.

Él: Nada es fácil, ni para el ave volar ni para vos quedarte. Pero nadie puede atar a nadie si no se aman mutuamente. Primero busca amor hacia vos misma, para no depender emocionalmente de nadie.

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