La llamada

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Él siguió esperando. La madrugada avanzó despacio sobre la ciudad. Las agujas del reloj eran cómplices de su sufrimiento y se clavaban en su pecho como dardos envenenados de ansiedad.

Aquel amor intangible, irreal, quizás imaginario, quizás incorrecto, llevaba poco tiempo en su vida, pero logró plantar su bandera. Con promesas anestésicas de amor, aquella doncella evadió sus defensas. El joven poeta entregó a su merced la totalidad de su pensamiento y sentir.

Pero siempre hay un "pero" en las historias más hermosas. Y aquellas palabras quizá no fueron remedio suficiente para el inseguro poeta y su depresión crónica. Él amaneció, como muchas veces en las últimas dos semanas, ciertamente. Pero esta vez amanecía esperando una respuesta a su reclamo de amor tangible.

Y ese llamado... jamás llegó.

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