La historia de Lucía Aspetto

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Lucía aún estaba despierta, aunque no debía. Las clases comenzaban a las 8 de la mañana y ya era de madrugada; su celular seguía iluminando su cara.

El planeta había dado catorce vueltas al Sol desde su llegada, pero en su cabeza, el mundo giraba en torno a sus redes sociales. En aquella red, todo parecía perfecto; las apariencias eran lo fundamental. No importaba si pasabas hambre, frío o si la lluvia penetraba tus paredes; un simple filtro digital lo solucionaba todo.

Pero no todo podía cubrirse con filtros. Su vida familiar era tan disfuncional y carente de amor que sentía envidia de sus compañeros de curso. Cerca de los ansiados "quince", Lucía se dio cuenta de que era todo una farsa, incluso ella misma; era solo una máscara, un prototipo, una fotocopia, un cuerpo más.

No era nada de lo que aparentaba, aunque quisiera serlo; era mucho más. Si pudiéramos hacer una radiografía en su alma, encontraríamos esa pasión que tenía al cantar, esas artesanías simples pero con mensajes poderosos que hacía para regalar.

Porque ella, antes de entrar al circo violento de la adolescencia, era otra persona; ahora ni ella podía reconocerse. Su plan de adaptarse a la sociedad falló; no podía con sus dos personalidades, el amor y el odio propios de su carne, que comenzaron una batalla que terminaría en guerra.

La guerra contra la depresión fue ardua, pero tras un año soportando ataques de pánico y siestas forzadas con medicamentos, Lucía pudo festejar sus dieciséis años en casa, en el mundo real, donde sus amigos virtuales regalaron su ausencia para dejar el lugar a las amistades reales, donde aprendió el poder de destrucción que tiene lo irreal.

Porque dejar de ser quien era para seguir una moda simplemente la destruyó; ella era un papel al viento, en blanco y sin destino, una monografía de vacíos existenciales escrita sólo con letras mayúsculas, una muñeca de trapo usada por un sistema perverso y hambriento de juventud consumista.

Ella era lo que jamás fue.

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