Chapter 4

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Recuerdo esa maldita noche como si hubiera sido ayer. Salí sin ningún plan. Yo sabía que ya había tocado fondo, ya no quedaba manera en la que excavara al centro de la tierra, ya solo quedaba salir, o eso es lo que yo creía.

Cuando salí de aquella casa con la promesa de que nunca más volverían a saber de mí, creo que les di exactamente lo que querían. Le dije a papá que me iría de esa casa mientras comía su desayuno. Si algo cambio dentro de sus ojos no lo noté, busque con desesperación algo en el hombre que ayudo a traerme al mundo, algo que me diera alguna esperanza, algo que me hiciera notar que soy querida. Si los ojos son las ventanas del alma, él vive en una maldita prisión de máxima seguridad. La misma maleta que viene cargando con mi vida desde el pueblo, es la única cosa que llevo a mis costados y cargo.

Miles decidió que yo no era suficiente para estar en su vida. Me alegro de que tenga aquel privilegio. Es un privilegio tener un hogar, es un privilegio sentirte querido, es un privilegio sentirte aceptado, él lo encontró. Por supuesto que no iba a ser yo quien se lo arrebatará. Cuando tomé aquellas pastillas, el alcohólico de mi padre tuvo la idea sensata de inducirme el vómito, Actuó rápido y con ayuda me llevaron al centro de salud más cercana, es por eso por lo que sigo aquí. Pensé que si había sobrevivido era porque al fin la vida iba a cambiar, alerta espóiler, no lo hizo. Fue mi culpa por esperar más, pero ¿cómo les digo que siempre había querido tener figuras paternas? Quería alguien que se preocupara por mí de manera sincera.

Había sido un día caluroso, ya era de noche y no había tenido suerte consiguiendo algún trabajo, mi idea más sensata hasta el momento era dormir en algún parque con luz. Ya era de noche y estaba asustada, no decidía si hacía frío o calor, estoy casi segura de que el tipo de frío que yo sentía venía desde mis huesos, era algo más profundo, incluso, tenía frío y terror desde mi alma. El barrio no era uno de los mejores de la ciudad, Las calles estaban sin luces, una luz amarilla para cada cincuenta metros era avaricia. A este punto ya pensaba que era estúpida, una pequeña parte de mi alma esperaba que papá me detuviera, que papá recapacitara después del lavado gástrico que el mismo me tuvo que llevar a hacer. No cambio nada, no me detuvo. Me siento estúpida porque había días en los que no me golpeaba e incluso siempre que me golpeara o me insultara tenía al menos un colchón donde dormir. Ahora que siento el cemento debajo de mí de la banca en la que estoy sentada, considero ir a aguantar más insultos y más palizas con tal de que me deje regresar.

Recuerdo haber estado en ese parque sentado en una banca, pensando que sería de mí si mañana no conseguía algún trabajo, algún lugar donde pasar la noche, cuando escuche un estornudo, del otro lado de la cancha alcance a ver a una señora un tanto harapienta, con un cachorro. Pensé que ese cachorro era más amado que yo, que hasta ese animal tenía un amor sincero de parte de aquella señora, ella dirige su mirada hacia mí al mismo instante en el que yo la volteo, fingido que ella no tenía toda mi atención. Escuché al cachorro lamentarse, eso despertó mi curiosidad. Ya solo le veía la espalda a la señora. En mi bolsa yo tenía agua y algunas cosas como pan que había robado de casa antes de salir, pensé en ofrecerle un poco, quizás tenía hambre. Con toda la valentía que tenía en mi pobre ser, caminé cerca de ella, a una distancia prudente, esa fue la mejor decisión que pude haber tomado ese día. Lo vi fue espantoso. A lo lejos lo que yo había visto como un cachorro, blanco en lo que su vida de la calle lo permitía, pelaje rizado. No era más que un cachorro desnutrido con laceraciones en sus patitas delanteras, aquella señora estaba untando pan sacado de algún basurero en las heridas del animal como si fuera mantequilla. Recuerdo haber corrido hasta que mis pulmones ardieron, mis pierdas dolieron y mi mente dejo de gritar. Esa maldita loca se estaba comido al pobre animal.

Llegue a una calle llena de prostitutas y bares. Recuerdo que una mujer toda grotesca, casi me saca los ojos con sus uñas falsas y exageradamente largas, me acuso de quererle quitar un cliente. Yo con mis jeans viejos, mi camisa heredada de papá y zapatos que me regalaron unos vecinos en el pueblo. Una señora bien bonita la apartó de mí, me dijo que me fuera, que no tenía espacio en ese lugar. Recuerdo haber llorado, la loca del perro me dejo un trauma más permanente que mis heridas físicas. Ella me ayudo a trabajar en el bar, como mesera, ella me dio un sofá donde dormir por unos días hasta que consiguiera el mío propio varios meses después, ella, aquella mujer que será definida por la manera en la que le toco sobrevivir en este mundo me tendió la mano. Corrí con suerte, eso es un hecho. La vida no fue fácil durante ese tiempo tampoco. Pero cada vez soñaba menos con mis padres, cada vez soñaba menos con la vida que dejé atrás, diría que cada vez extrañe menos la vida que dejaba atrás, pero no lo hago ni lo haré, no extraño esa vida, no extraño a nadie que me la recordara.

Duré bastante tiempo trabajando en aquel bar, entre alcohólicos y prostitutas. La vida es cruel de muchas maneras. Durante el tiempo que estuve ahí, conocí muchas historias. Mujeres obligas por sus propios maridos a trabajar, otras que sentían que no tenían muchas opciones aparte de esa, algunas si sentían que no estaba mal, pues la paga les era buena. Hay muchas opciones, la historia que se te ocurra, alguna de ellas la tiene sobre sus hombros, unas más dolorosas que otras. En esos lugares se corre mucho peligro, yo, vuelvo a decir que corrí con suerte.

Belén me dijo que por más que yo solo fuera mesera no les contara a mis compañeros de universidad en qué trabaja, siempre es mucho más fácil juzgar que comprender. Así que, mesera era el único dato que conseguirían de mí. Sí, había entrado a la universidad, el repartir cervezas y lo que requirieran en las habitaciones me había ayudado a poner comida en mi mesa, un techo sobre mi cabeza y me permitía estudiar para un futuro más calmado. La paga y la propina auspiciada por nada más que sonrisas a borrachos asquerosos me había permitido sobrevivir. ¿Quién lo diría? En un prostíbulo encontré más calma y lealtad de la que tuve en casa toda mi vida.

-Alex ¿Los conoces? - la voz de Belén me saco del trance en el que estaba

Sabía exactamente a lo que se refería, pero decidir hacerme la desentendida.

- ¿A quiénes? - pregunté colocando una sonrisa como agradecimiento silencioso sin que ella lo sepa, sé que volverán... pero al menos se fueron por ahora.

- Estabas viendo a esos señores con esa niña

- No - dije de manera automática porque si lo estaba haciendo, tristeza, envidia, admiración era algo de lo que comencé a sentir viéndolos.

- Entonces, ¿en qué pensabas? - me miraba como cuando ve series criminalísticas y trata de adivinar al culpable antes de que lo nombren.

Estábamos en un parque, en una de nuestras salidas llamadas" retiros espirituales" en la que dejábamos salir quienes éramos. Que creíamos y nadie saldría juzgado. Por supuesto que en esa categoría solo entrabamos nosotras dos. Así que me permití ser esa Alexa que en algún momento se perdió, me permití olvidar los escombros de los que vengo.

- Estaba acordándome de una loca que se estaba comiendo un pe...

- Ay no, ya me contaste eso, cállate, no lo repitas- su cara de asco me recuerda a la mía propia. No evito la carcajada que brota de mí – mejor cuéntame cómo te va en tus estudios.

- Me conseguí una amiguita, me invito a una fiesta, ¿te acuerdas de que te mencione a Agatha?

- Deberías ir, es hora de que te juntes con más gente y formes un círculo social, así es como consigues mejores contactos para, mejores trabajos.

Esa es la razón por la que estoy aquí aguantando el mismo ambiente laboral con diferentes rangos de edad y sin paga absoluta. Agatha había pensado que sería buena idea socializar y Belén me había convencido. Habría una fiesta de inauguración cerca y si eras estudiante te daban un descuento.

El panfleto decía cosas como, ven relájate con nosotros y olvídate de esa mierda de tareas por unas horas, o días. Bueno, quizás no decía eso porque sería una mierda de marketing, pero así lo recordaba yo de cuando Agatha me lo mostró.

Ella siempre había sido la social de la relación, de alguna manera habíamos terminado haciendo un after party en la casa de un chico que reconoció de una de sus clases. Yo estaba básicamente cuidándola. Había ingerido alrededor de tres cervezas en toda la noche. Cuando le dije que me quería ir. Me comenzó a contar de un chico que estaba buenísimo. Ella puede hacer lo que quiera con su sexualidad, el problema estaba en que ella se encontraba en ese punto que no estás sobria pero tampoco ebria. Era demasiado terca para sacar de algunos lados.

Mi mente no me iba a dejar tranquila si la dejaba sola en aquel lugar, así que decidí esperarla a que terminara lo que estaba haciendo. No sé en qué momento, ni como, pero sé que toda mi vida me quedé en una esquina tratando fuertemente de no llamar la atención, escondiéndome en las sombras, encontré mi paz. Y él, él amaba estar bajo el reflector, él fue mi caos, no me dio tiempo a alejarme y después de un tiempo tampoco quise. 

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⏰ Última actualización: May 28, 2023 ⏰

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