¿Qué harías si tu mundo comenzara a oscurecerse, justo cuando todo parecía perfecto?
En Hogwarts 70, cuatro amigos marcaron una época.
James Potter, el líder valiente, audaz y testarudo, enfrenta el desafío de no solo probar que es un mago talentos...
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Otoño, setiembre, 1969
El otoño había llegado a Cokeworth, arrastrando el viento por la entrada del parque y llevándose consigo las hojas secas que caían de los árboles. Lily estaba allí, sola, sentada en el viejo carrusel. Cada vez que se detenía para impulsarse, sus pies se hundían un poco más en la tierra húmeda, haciendo que el giro fuera lento y perezoso.
Mantenía la vista clavada en el suelo, hasta que, de repente, vio dos viejos zapatos frente a ella. Se quedó quieta por un momento, conteniendo la respiración antes de levantar la cabeza. Allí estaba el extraño niño de cabellos negros que la había llamado bruja. Aquella palabra no había salido de su mente en semanas.
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— Tú, otra vez — dijo Lily con desgano, y volvió a impulsarse en el carrusel sin siquiera mirarlo.
— Hola — respondió él, algo titubeante —. Eh... quería disculparme por lo de la otra vez. No salió como esperaba.
Ella no dijo nada, ignorándolo mientras el carrusel giraba lentamente, como si Severus no estuviera ahí. Él permaneció en silencio unos segundos, mirándola, antes de reunir valor para hablar de nuevo.
— Me llamo Severus Snape — soltó finalmente, su voz apenas un susurro.
Lily alzó la mirada solo un poco, sintiendo ese tirón de curiosidad. Durante varias noches, no había podido dejar de pensar en lo que había dicho ese niño extraño: ¿brujas y magos? Sin embargo, decidió no darle el gusto de una respuesta. Con un pequeño impulso, trató de hacer que el carrusel girara más rápido, aunque no sirvió de mucho. Era viejo y pesado.
De pronto, el niño movió las manos, y el carrusel se detuvo justo frente a él. Lily lo miró, ahora un poco más interesada.
— ¿Puedo? — preguntó, señalando el carrusel.
Ella, con los labios ligeramente fruncidos, asintió, pero lo observó con extrañeza cuando él se sentó de cara al centro del carrusel, frente a ella, cruzando las piernas, como si fuera lo más normal del mundo.
— Estoy segura de que no es así como funciona — dijo ella, levantando una ceja y apartándose un mechón de cabello rojo que le caía sobre la cara.
