¿Qué harías si tu mundo comenzara a oscurecerse, justo cuando todo parecía perfecto?
En Hogwarts 70, cuatro amigos marcaron una época.
James Potter, el líder valiente, audaz y testarudo, enfrenta el desafío de no solo probar que es un mago talentos...
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Verano, agosto, 1971
El corredor del tren era todo un caos. Sobre el aire flotaban pequeños destellos de luces que cuando se estrellaban contra alguien explotaban como diminutos fuegos artificiales, chamuscando cabellos, cejas y túnicas. Lily pudo observar a un grupos de chicos que desde una de las puertas reían a carcajadas cada vez que las luces lograban acertar en alguien.
— Aparta, es mi turno. — se quejó uno de ellos, mientras un destello de luz surgía de su varita. Todos parecían eufóricos de poder usar magia libremente después de un verano lleno de restricciones.
Lily tuvo que esquivar algunos que pasaron zumbando por su cara, mientras Severus fruncía el ceño, incómodo con el alboroto.
— Vamos, Severus. Será mejor encontrar un compartimiento vacío pronto.
Un aroma dulce y delicioso flotaba desde el carrito de golosinas más adelante, donde varios alumnos se amontonaban alrededor, tratando de ser atendidos.
Otro chico presumía su nueva escoba frente a un pequeño grupo de compañeros, que lo escuchaban con admiración. Lily observaba la escena con los ojos brillantes, absorbiendo cada detalle con entusiasmo, mientras Severus murmuraba en voz baja que un profesor debería aparecer y mandar a todos a sus compartimientos.
Después de varios minutos sin tener suerte, Lily dudó y consideró la posibilidad de regresar al compartimento anterior. Pero una pequeña punzada de orgullo le hizo desechar la idea de inmediato. No volveré con esos tontos, se dijo con firmeza, volviendo a divisar por las ventanas asientos vacíos.
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—¡Todos ustedes! ¿Por qué siguen en los pasillos? ¡Vamos, muévanse, a sus compartimientos! —dijo en voz alta un chico con una túnica negra y escarlata, abriéndose paso entre la multitud. Lily notó el emblema de un león en su pecho. También reconoció una insignia plateada con una «P» que brillaba bajo la luz del tren, Severus le había dicho una vez que los prefectos eran la autoridad entre los alumnos. Algunos estudiantes soltaron quejidos de molestia y otros hasta abuchearon, pero el chico solo los miró con severidad, claramente acostumbrado a lidiar con el desorden en el tren.
