¿Qué harías si tu mundo comenzara a oscurecerse, justo cuando todo parecía perfecto?
En Hogwarts 70, cuatro amigos marcaron una época.
James Potter, el líder valiente, audaz y testarudo, enfrenta el desafío de no solo probar que es un mago talentos...
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Verano, julio, 1971.
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Los gritos estridentes de Walburga se escuchaban por cada rincón del número 12 de Grimmauld Place, haciendo que hasta los retratos en las escaleras se removieran inquietos en sus marcos.
—¡Traidora! ¡Vergüenza de la estirpe! —vociferaba, sin tomarse un respiro. Cada palabra parecía una maldición lanzada al aire—. ¡Esto es la desgracia! ¡Nuestra sangre, mancillada! ¡Un insulto a los Black!
Kreacher, su viejo y leal elfo doméstico, se encogía a cada grito detrás de ella, lamentando entre dientes el dolor de su ama.
—¡Oh, mi pobre señora! ¡No merece esto para la noble Casa de los Black! —gimoteaba, retorciéndose las manos.
Orion, de pie a su lado, suspiró impaciente.
—Walburga, por Morgana, cálmate —pidió Orion con voz cansada, aunque su tono delataba que no esperaba que lo escuchara. Había visto antes a su esposa perder los estribos, pero esta vez sabía que era diferente.
Walburga apretaba una carta arrugada en la mano con tanta fuerza que parecía a punto de romperla. Se la tendió a su marido con dedos temblorosos, como si el pergamino le quemara la piel. Orion la tomó sin prisa, aunque con el ceño fruncido, y empezó a leer. A medida que sus ojos recorrían las líneas, su rostro adquirió un tono rojizo de indignación.
—Esto es inaceptable —gruñó, apretando la mandíbula—. Debemos ir a hablar con tu hermano.
Walburga asintió con la cabeza de forma casi automática, con los labios apretados en una línea delgada.
—Oh, sí, y más vale que lo hagamos —gruñó Walburga, entre lágrimas de furia—. ¡No pienso permitir que esta familia se hunda en el fango por la estupidez de otros!
Desde el rellano del piso superior, Sirius inclinado sobre la barandilla observaba en silencio. No era normal ver a Walburga tan descompuesta. Su madre nunca lloraba. Jamás. Ni siquiera lo había hecho cuando la abuela había muerto. Y, sin embargo, allí estaba, deshecha, con los ojos rojos y la furia chisporroteando entre sus lágrimas. ¿Podría ser porque él pronto se iría a Hogwarts? ¿Le afectaba su futura ausencia? Descartó la idea tan pronto como llegó a su cabeza. No... eso parecía más la razón de su excelente humor en las últimas semanas.
