¿Qué harías si tu mundo comenzara a oscurecerse, justo cuando todo parecía perfecto?
En Hogwarts 70, cuatro amigos marcaron una época.
James Potter, el líder valiente, audaz y testarudo, enfrenta el desafío de no solo probar que es un mago talentos...
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Gales
Invierno, diciembre, 1970.
Era una tarde de fin de semana, y el señor Lupin estaba en el pequeño jardín trasero de su casa. A su lado, su esposa descansaba en una silla mecedora que él había encantado con esmero para que le proporcionara un descanso más reparador.
Ella sostenía un libro entre las manos, aunque apenas le prestaba atención; prefería observar a su marido desde su asiento cómodo y cálido. Él tenía varios tomos gruesos abiertos frente a él, repasando algunos casos en los que trabajaría al día siguiente. A pesar de que el cansancio se le reflejaba en el rostro, ella le sonrió, con esa ternura que parecía tener solo para él.
—¿Por qué no subes a descansar, cariño? —le sugirió él, tomando un sorbo de agua. Le encantaba la compañía de Hope, pero prefería que ella descansara un poco.
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—¡Tonterías! —respondió ella, quitándole importancia al asunto con un ademán. Luego añadió, en tono juguetón—: ¡Me encanta verte trabajar! ¡Mi valiente esposo! ¿Recuerdas que así fue cómo nos conocimos?
Él levantó la vista, una sonrisa asomando en la comisura de sus labios.
—¿Cómo olvidarlo? —contestó, transportándose en su mente a aquel día. Lo habían enviado a un bosque de Gales para atrapar a un boggart que llevaba días aterrorizando a los habitantes del lugar. La criatura, por supuesto, había adoptado la forma de un hombre siniestro y amenazador para asustar a Hope, que se había encontrado con él por accidente.
—¡Y allí estabas tú, como un héroe! —dijo ella, con los ojos brillantes de nostalgia y diversión—. Me dijiste que no temiera, que solo era un boggart... y señalaste un champiñón.
El señor Lupin soltó una pequeña carcajada.
—Nunca había visto a una persona no mágica que pudiera ver un boggart. ¡Estaba sorprendido!
Hope se rio, contagiada por su risa.
—No logré entender nada de lo que decías. Solo podía pensar en lo valiente que habías sido ahuyentando a ese hombre —dijo ella, soltando una risita encantadora.
