XI

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Me sentí desfallecer, él me vió, era la segunda vez que me veía en este estado, debe pensar que soy un idiota. Se lo dirá a Yoongi, él ya no va a interesarse en mí si sabe que ando llorando por la vida. No quería que eso pase, me angustiaba demasiado el sólo pensarlo.

─Hijo, pasa.─la profesora invitó. Yo por dentro sólo quería huír muy lejos del lugar, pero no podía, no lo quería hacer después de recibir tanta ayuda. ─Él es Jungkook, alumno mío. Jungkook, él es Taehyung, mi hijo.─ nos presentó a ambos sin saber que ya nos conocíamos. Nuestras miradas cruzaron, torcí mis labios en una débil sonrisa que fué correspondida de igual manera.

─De hecho madre, ─ mencionó bajo, observándome─ ya nos conocemos, solemos cruzarnos en los pasillos. ─el otro se atrevió a hablar, muy al contrario a mí, que me dedique a estar quieto y en silencio. ─¿Como estás Jungkook?─ su pregunta me hizo quedar en blanco, se me hacía tan raro que me preguntaran aquello.

─Muy bien─ hablé en voz baja, tímido mientras rascaba mi nuca detrás de la profesora. ─ ¿Y tú?─ me atreví a preguntar.

─Eso me pone feliz,─ aquella sonrisa suave que me dedicó aceleró mi corazón ─yo me encuentro bien, gracias por preguntar.─ realmente era educado y considerado al igual que su madre, se notaba su seriedad en cada palabra. Una voz firme que a su vez daba confianza.

Extraño de describir.

─Ya debería irme profesora, se me hace tarde para volver a casa. ─comencé diciendo a la vez que me volteaba buscando mi mochila, enseguida colgándola de mi hombro.

─Oh, está bien Jungkookie, prométeme pensar lo que hablamos, sabes que aquí estoy para tí.─ habló tan dulce como de costumbre para luego regalarme otro abrazo, el cual, recibí más que feliz.

─Lo prometo. ─ de aquello como hecho. ─ Muchas gracias y que tenga lindo día, nos vemos pronto─ hablé apurado, metiendo mi cabello detrás de mi oreja mientras me reverenciaba ante ella. Caminé hacia la puerta donde se encontraba el pelinegro, haciendo una leve reverencia hablé ─Nos vemos Taehyung, que tengas buen día─.

─Lo mismo digo.─ me regaló otra sonrisa que hizo acelerar mi corazón de la vergüenza. No esperé mucho más que eso para comenzar a caminar rápido para salir de la institución lo antes posible. Deseaba llegar a mi casa y ducharme para luego dormir, nada más que eso.

Era un día bastante frío a decir verdad, lo noté al encontrarme al aire libre, caminando con pasos pesados a lo que era mi casa. Mi mandíbula tiritaba mientras mis manos se escondían en las mangas de mi chaqueta, buscando obtener más calor. El cielo estaba pintado en su color gris debido a las nubes, con una brisa tan fría que quemaba el rostro.

Al llegar a casa me ví obligado a subir la temperatura del calefactor, este se encontraba en mímimo para ahorrar en la factura,  sin embargo lo tuve que hacer, el frío era el mismo tanto adentro como fuera del hogar. Dejé mi bolso sobre el sofá y me acerqué a la repisa donde estaba aquel cuadro con mi madre.

─Te extraño mamá─, aquellas palabras habían salido desde mi corazón, sintiendo aquel apretón en él al recordarla. ─ Ojalá puedas venir a verme estos días.─ pronuncié para luego largar un suspiro agotado. Llevé dos de mis dedos a mis labios para depositar un suave beso en ellos y luego dirigirlos al cristal del portaretratos, justo en el rostro de ella dejé una muestra de amor que desería realizar en persona.

A ella no le gustaban los besos, al menos no los míos.

Dejé el objeto en su lugar para luego guiar mis pasos a la cocina, poniendo la cafetera a calentar el agua. Debía brindarle calor a mi cuerpo lo antes posible.

Trouvaille. // KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora