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Cuando abro los ojos, corrientes de luz atraviesan a través de la ventana. Estoy sola en lo que antes era una habitación preciosa, con techos altos y ventanas en arco. Mi primer pensamiento es que Rosé me ha dejado nuevamente. El pánico revolotea en mi estómago. Pero es de día, y yo puedo controlarme en la luz del día ¿Verdad?

Salgo de la habitación, al pasillo y hacia la sala de estar. Con cada paso, me deshago de los restos de mi pesadilla, dejándolos atrás en la oscuridad, donde pertenecen.

Rosé está sentada en el suelo re-empacando mi mochila. El sol de la mañana acaricia su cabello, resaltando las hebras de oro. Mis músculos de los hombros se relajan, la tensión desvaneciéndose ante mi vista. Me mira, sus ojos más mieles que nunca bajo la suave luz.

Por un momento, nos miramos la una a la otra sin decir nada. Me pregunto lo que ve mientras estoy de pie bajo la corriente de luz dorada que se filtra por las ventanas.

Miro hacia otro lado primero. Mis ojos recorren la habitación en un esfuerzo por encontrar algo más en que concentrarme, y se detienen en una hilera de fotos sobre la repisa de la chimenea. Me acerco para hacer algo más que estar parada bajo su mirada.

Hay una foto familiar completa con una mamá, un papá y sus tres hijos. Están en una pista de esquí, demasiado abrigados y felices. Otra foto muestra un campo de deportes con el niño más grande en un uniforme de fútbol dándole unos cinco a papá. Tomo una que muestra a la niña en un vestido de fiesta sonriéndole a la cámara junto a un chico guapo en esmoquin. La última foto es del niño pequeño colgando boca bajo en una rama de un árbol. Su pelo vuela por debajo de él y con su sonrisa pícara muestra los dos dientes que le faltan

La familia perfecta en una casa perfecta.

Miro a mí alrededor a lo que debió ser una hermosa casa. Una de las ventanas está rota y la lluvia ha manchado el piso de madera en un gran semicírculo delante de ella. No somos los primeros visitantes, así lo demuestran las envolturas de dulces dispersas en una de las esquinas.

Mis ojos vuelven a Rosé. Me sigue mirando con esos ojos inescrutables. Pongo la foto de nuevo en su lugar.

— ¿Qué hora es?

— Media mañana— Vuelve a hurgar en mi mochila.

— ¿Qué estás haciendo?

— Deshaciéndome de las cosas que no necesitamos. Obadiah estaba en lo cierto, debimos haber empacado mejor— Lanza una olla en el piso de madera. Ésta rebota un par de veces antes de establecerse.— Este lugar está limpio de comida, cada último desperdicio ha sido lambido— Dice.— Pero todavía hay corriente de agua— Levanta dos botellas de agua llenas. Ha encontrado una mochila verde para ella, pone una botella en la mochila y la otra en la mía.— ¿Quieres desayunar?— Sacude la bolsa de comida para gatos que había llevado en la mochila.

Tomo un puñado de las croquetas secas en mi camino hacia el baño. Me muero por tomar una ducha, pero hay algo vulnerable acerca de desvestirme y enjabonarme ahora, así que me conformo con una limpieza insatisfactoria. Al menos me las arreglo para lavarme la cara y cepillarme los dientes. Pongo mi cabello en una coleta y coloco una gorra negra en él. Va ser otro largo día y esta vez, vamos a estar bajo el sol. Mis pies ya están adoloridos y cansados, y me gustaría poder haber dormido sin mis botas. Pero ahora sé por qué Rosé no se molestó en quitarlas, y estoy agradecida por ello.

No habría llegado tan lejos sin mis botas, si hubiese tenido que correr hacia el bosque.

Para cuando desocupo el baño, Rosé se encuentra lista para salir. Su cabello está humedo y goteando sobre su hombro, y su rostro está limpio de sangre. Dudo que tomara un baño más de lo que hice yo, pero ella se ve fresca, mucho más fresca de lo que yo me siento.

Fallen Angel ✞ Chaelisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora