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Al principio, mi cerebro se rehúsa a creer lo que mis ojos ven. Mi cerebro intenta interpretar la escena como una pared de muñecas desechadas. Simple ropa y plástico, creadas por un juguetero con severos problemas de ira. Pero no puedo convencerme a mí misma de la ilusión que me estoy obligando a ver, no puedo ignorar lo que está frente a mis ojos.

Contra la pared blanca hay pilas y pilas de niños.

Unos permanecen rígidamente en contra de la pared o contra otros niños, unos encima de otros. Algunos se sientan apoyados contra la pared o contra las piernas de otros niños. Y otros yacen en sus espaldas o estómagos, apilados en la cima de otros como troncos de madera cortada.

A juzgar por sus tamaños, se encuentran entre los diez y los doce años de edad. Todos están desnudos, despojados de cualquier cosa que pueda protegerlos. Todos tienen marcas cosidas en forma de Y en sus pequeños pechos o bajando por sus entrepiernas. La mayoría de ellos tienen marcas adicionales a lo largo de sus piernas, brazos y gargantas. Unos pocos tienen marcas cruzando sus rostros. Algunos de los niños tienen sus ojos ensanchados, abiertos, otros cerrados. Algunos de sus ojos tienen amarillo o rojo en vez de blanco alrededor del iris. Otros tan sólo tienen horribles huecos en donde solían estar los ojos. Otros los tienen cosidos con enormes y torpes puntadas.

Casi pierdo la batalla que se estaba formando en mi estómago, y toda esa rica comida que comí más temprano sube por mi garganta. Tengo que tragar fuerte para no vomitar. Mi respiración se siente muy caliente, y el aire se siente muy frío en mi piel.

Quiero, necesito, cerrar mis ojos, para borrar lo que están viendo. Pero no puedo. Estoy buscando. Mirando a cada niño torturado, tratando de encontrar la cara de duendecillo de mi pequeña hermana. Empiezo a temblar tanto que parece que no puedo parar.

— NingNing— Mi voz sale en un susurro roto.

Apenas puedo susurrar su nombre, pero lo digo una y otra vez, como si eso fuera a hacer que todo estuviera bien. Voy a la deriva hacia los cadáveres mutilados como un soñante en una pesadilla, incapaz de detenerme e incapaz de apartar la mirada.

Por favor, que ella no esté aquí. Por favor, por favor. Cualquier cosa menos esto.

— ¿NingNing?—Hay horror en mi voz mientras pienso en la posibilidad de que ella no esté aquí.

Algo se mueve en la pila de carne cocida.

Retrocedo, vacilante. Toda la fuerza yéndose de mis piernas. Un pequeño niño rueda de la cima de la pila y aterriza boca abajo. Dos cuerpos debajo de donde estaba el niño se mueven, una pequeña mano tantea ciegamente y se apoya incómodamente en el hombro del niño caído. Los cuerpos por encima de la mano se mueven de aquí para allá, cobrando fuerza antes de caer encima del niño caído.

Finalmente puedo ver el niño al que pertenece la mano. En una pequeña niña con las piernas desproporcionadamente flacas. Una cortina de cabello castaño oculta la cara de la chica mientras ella se arrastra dolorosamente hacia mí.

Tiene un cruel corte por encima de su espalda que se cruza con otro en la base de su espina dorsal. Grandes y desiguales puntadas suben por su columna vertebral, manteniendo su carne magullada y maltratada junta. Puntadas de la misma clase de la de su columna van de arriba abajo por sus piernas. El rojo y el azul de sus cortes y de sus magulladuras contrastan con su piel blanca, como la de un cadáver.

Estoy congelada en mi terror, tratando dolorosamente de cerrar mis ojos y pretender que esto no es real. Pero no soy capaz de nada más que mirar el doloroso avance de la chica a través de la pila de cuerpos.

Ella se impulsa hacia adelante con sus brazos, sus piernas un par pesos muertos arrastrándose detrás de ella.

Después de una eternidad, la niña finalmente levanta su rostro. Su fibroso cabello se desliza fuera de su cara.

Y ahí está mi pequeña hermana.

Sus atormentados ojos me encuentran. Enormes para su cara de duendecillo. Llenos de lágrimas mientras ella me ve.

Me derrumbo en mis rodillas, sintiendo duramente el concreto. La cara de mi pequeña hermana tiene puntos desde sus orejas hasta su boca como si alguien hubiera arrancado la piel de su cara para luego coserla de vuelta en su lugar. Toda su cara está hinchada y tiene moretones de colores furiosos.

— NingNing— Mi voz se rompe.

La cojo en mis brazos. Ella está tan fría como el suelo. Ella se esconde en mis brazos como solía hacerlo cuando era un bebé. Trato de sostenerla en mi regazo aún sabiendo que ella es muy grande para eso ahora. Incluso su respiración en mi mejilla es tan fría como un témpano de hielo. Tengo el pensamiento descabellado que tal vez ellos han drenado toda la sangre fuera de su cuerpo, así ella nunca podrá estar caliente otra vez.



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Fallen Angel ✞ Chaelisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora