Cuando Albedo despertó, Kaeya se encontraba abrazándolo y dormido. Una linda imagen para sus ojos.
No quería despertarlo, pero sus enormes ganas de ir al baño lo superaban. Tratar de salir de ahí era un reto.
Con cuidado, se deslizó de sus brazos para luego pararse e ir al baño rápidamente. Cuando regresó, se encontró a Kaeya abrazando la almohada. No pudo evitar reír.
-Qué lindo... ¿Uh?
Sintió su teléfono vibrar, así que lo sacó y contestó.
-¿Qué pasó?
-A que no sabes qué tengo...
-Me puedo esperar de todo.
-Te saqué una foto con Kaeya.
‐¿¡Qué!?
-¡Qué lindos son, porfavor!
-Sucrose, borra eso porque te juro que te voy a...
-No.
Cortó la llamada, Albedo estando algo ruborizado, miró al moreno quien seguía durmiendo.
-Si tan solo te dieras cuenta...
A Albedo se le olvidó un pequeño detalle, decirlo en voz baja. Tapó rápidamente su boca y se fue corriendo al salón.
Tenía hambre, así que preparó unos panqueques. Hizo varios, unos para él y otros para el más alto.
Comió los suyos y como sabía que Kaeya no se levantaría, llevó un pequeño plato a la habitación.
-Kae... levantate, dale.
-No quiero.
-Dale pue, te hice algo de comer.
Automáticamente se levantó sin protestar, observando qué es lo que le había traído.
‐Gracias.
Tomó el plato y comenzó a comer. Albedo no pudo evitar reír.
-Che, ehm... Perdón por lo de ayer. Estaba... algo extraño.
-Tranquilo, no pasa nada.
Dijo con la boca llena, Albedo se recostó, abrazando una almohada mientras le daba la espalda al otro.
Recordó las palabras que Kaeya le había dicho, ¿cómo que le dedicó una canción? ¿acaso es por su amistad de más de un año? ¿o acaso le gustaba?
Hundió su cara en la almohada, estando un poco sonrojado. Por eso, evitó que Kaeya lo viera así mientras que permanecía comiendo.
El moreno dejó el plato encima de la mesa de luz y sin pensarlo, abrazó al rubio por la espalda, acurrucándose.
Eso tomó por sorpresa al más bajo, aumentando el rubor de sus mejillas. Pero aún así se dejó, el tacto de Kaeya encima de su ropa era cómodo. Kaeya en ese momento podría jurar estar abrazando a un peluche.
Apoyó su rostro en él, sin decir ni una palabra. Llevó una de sus manos a su pecho, asegurando de abrazarlo bien.
Albedo en ese momento no sabría qué sentir, "trágame tierra" era lo único que podía pensar. La enorme vergüenza que sentía en ese momento era indescriptible.
Sus mejillas ardían, su corazón comenzó a latir más de lo normal. "¿Es normal?" Pensó el rubio.
-Sos re suavecito.
Deliró el moreno, abrazando cada vez más al otro.
Kaeya a los minutos, se quedó dormido en la espalda del otro, mientras que el rubio estaba pendiente de sus acciones.
Albedo al no querer moverse, se puso a leer un libro que tenía encima de la mesa de luz. Era uno de sus libros favoritos, "Crimen y Castigo" de Fyodor Dostoyevsky.
Pudo sentir a Kaeya acomodándose. Dormido, colocó su rostro en el hombro del otro, quedando a corta distancia de su mejilla.
Albedo en ese momento se quería morir. La sensación de vergüenza aumentaba y eso quiere decir que el rubor de sus mejillas también.
Pudo oír las suaves respiraciones del moreno, quienes le hacían cosquillas en la oreja. No era algo molesto, después de todo.
Para disimular, tapó su rostro con el libro, pudiendo oler el papel. Respiró profundo para no caer en los encantos de Kaeya.
Al ser un libro grande, el peso hizo que este cayera al suelo. Albedo, pegando un grito al cielo, con flojera trató de alcanzarlo con su brazo, pero no pudo. Se estiró un poco y eso hizo que Kaeya se molestara, atrayéndolo más.
-Espera, quiero agarrar el libro...
-Mhm...
No le hizo caso y atrajo por completo al rubio, impidiendo que pudiera alcanzarlo.
Albedo suspiró, se dio media vuelta quedando un poco más arriba que él. Así que Kaeya abrazó su torso como si fuera un peluche y lo atrajo más a él. Albedo aún sonrojado, suspiró nuevamente, comenzó a peinar el cabello azulado del moreno. Jugando con él y los mechones sueltos de éste. Por aburrimiento, comenzó a dejarle pequeñas trenzas por parte de su cabello, riendo para sí mismo.
Agarró su teléfono de la mesa de luz y comenzó a revisar a ver su había una novedad. Mensajes de Sucrose.
Le había enviado algunas imágenes... Las que claramente le dijo antes en la llamada.
-La voy a matar...
Dejó soltar un suspiro, observando la foto con detalle. Justo había captado cuando se dieron un abrazo afuera de la entrada a la universidad. Disimuladamente, guardó la foto.
Dejó su teléfono y comenzó a observar cada detalle de Kaeya.
Pelo suave, azul, muy lindo al tacto.
Su piel morena y suave, como la de chocolate con leche.
Agradecía tener a alguien como él en su vida.
Terminó soltando un bostezo, apoyó la cabeza en el respaldar de la cama, cerrando los ojos para minutos después quedarse dormido.
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holi, historia bonita para no hacerlos sufrir