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Capítulo 1

Tajo de la superficie

¿Qué hace a una promesa lo que es? ¿Es a caso su cumplimiento? ¿O la pequeña esperanza que da? ¿Será el simple hecho de asegurar algo lo que convierte a unas simples palabras en promesas?

Ciertamente no lo sé, pero hay algo que tengo muy claro, y es que Sabito rompió su promesa. Cuando ambos teníamos doce años, él me prometió que si algún día yo llegaba a convertirme en un pilar de la cofradía de Cazademonios, él estaría a mi lado cuando eso suceda.

No fue así. Siete años habían pasado desde aquella promesa, y seis desde que Sabito dejó este mundo.

Yo estaba ahí, parado frente a los que ahora eran mis compañeros, los Pilares de la organización de los Cazadores de Demonios.

Si las miradas pudieran matar... no, esa expresión está muy usada. Si las miradas fueran capaces de juzgar - lo cual, ciertamente, si hacen- entonces yo ya hubiera estado sentenciado a muerte. La cosa es que mis nuevos compañeros me observaban, y no necesariamente de una manera discreta.

— Buenos días, mis queridos niños — La voz del Patrón, Kagaya Ubuyashiki, resonó en el porche de la mansión. — Hoy hace un día hermoso ¿No lo creen?

Los demás pilares hicieron una reverencia. Yo no lograba comprender lo que sucedía, por lo que simplemente me quedé ahí, inmóvil. Eso fue hasta que sentí un impacto en la nuca. Cuando volteé, la persona que me había golpeado (y, no tengo idea de cómo, ya me tenía retenido en el suelo) me estaba observando, claramente muy molesto.

— ¿Es que a caso eres imbécil? El Patrón ha hablado. Muestra algo de respeto, mocoso.

Observé al joven que me retenía contra el piso. Tenía una mirada que demostraba la rabia más pura, de un color violeta penetrante. Su tez era inhumanamente blanca, al igual que su cabello. Supuse que era albino. Mi pequeño análisis tuvo que terminar cuando habló el Patrón.

— Sanemi — El hombre que aún me retenía, y de quién ahora conocía su nombre, volteó a ver a Ubuyashiki. Su expresión cambió repentinamente a una de total respeto y sumisión, inclinándose como muestra de subordinación.

— Mi señor. Es un honor volver a verlo. Espero que esté gozando de una buena salud — Lo miré atónito. No entendía nada.

—Sanemi — repitió el Patrón — por favor, déjalo ir — Sanemi me soltó bruscamente, dejando que mi rostro impactara contra el suelo. Escuché las risas de los otros pilares, pero éstas se detuvieron cuando una niña, que al parecer estuvo todo ese tiempo junto al Patrón, carraspeó.

— Mis disculpas. Le ruego que perdone mi reprochable comportamiento. No se volverá a repetir — Imploró Sanemi, con un tono de voz relativamente inexpresivo.

— No soy yo con quien debes disculparte — Kagaya dirigió su rostro hacia donde yo me encontraba. El hombre era ciego, así que he de suponer que se guió por el sonido. — Sino que debes disculparte con Giyuu — El Patrón me sonrió — Giyuu ¿Te encuentras bien? — Asentí, pero recordé su ceguera, así que le di una respuesta verbal, corta y concisa.

— Sí. Muchas gracias. — Hice una pequeña reverencia para mostrar mi respeto.

— Es bueno saberlo — Kagaya volteó a ver a los demás pilares, sin dejar de sonreír amablemente. — Mis niños, es de mi agrado informarles que el día de hoy tenemos una nueva incorporación a los Pilares de la cofradía de Cazadores de Demonios.

La danza del agua y el viento ||Kimetsu no Yaiba fanfic||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora