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—¡¿Qué hiciste qué?! —gritó Minji, importándole poco que los demás puedan verla.

—Ya tranquilízate, tu olor a perro amargado no me intimida.

—¡Hyein! —volvió a gritarle.

—Solo te organicé una cita. ¿Qué tan feo es? —rodó los ojos.

—¡Yo no quiero involucrarme con nadie! —la miró fijamente—. ¿Quieres que la humille como a todas las demás? Porque si es eso, créeme que no tengo problema alguno.

—¿Por qué eres así? ¡No te entiendo!

—¡De seguro mi mamá te lo pidió! —soltó un leve gruñido—. Tendré que hablar con ella.

—Ella solo quiere verte mejor, tu mamá también pasó por un mal momento, pero... ¿Acaso la ves derrotado?

—No es lo mismo —murmuró.

—¿En serio? Yo creo que su problema fue más grave, es decir, que su alfa, esposa y madre de su hija a la vez la haya dejado, es verdaderamente fatal para cualquier ser en esta tierra.

—No es necesario que me lo recuerdes —siseó molesta.

—Pero es la verdad, una verdad que tu mamá ya afrontó y siendo una omega pudo soportarlo. ¿No tienes idea de cuánto duele un lazo roto? Es más, de seguro no sabes qué se siente al saber que la pareja que tuviste no fue tu destinado.

—Tú tampoco lo sabes. Y ese cuento de los destinados no existe —en su garganta se formó un agrio nudo—... Ella se fue porque así quiso, no le importó que pasaría después.

—Quizás yo tampoco lo sepa. Pero le tengo un gran cariño a tu madre y trato de entenderla. La admiro mucho, Minji, es una gran omega que a pesar de todo solo vela por tu bienestar —la mayor la miró—. ¿Y tú como estás tan segura de que los predestinados no existen? Tal vez...

—Esas tonterías solo son cuentos para estúpidos. Mi felicidad no es tener un omega. ¿Por qué mierda no entienden eso? —frunció el entrecejo.

—No se trata de solo emparejarte con cualquier persona, se trata de que te des la oportunidad de conocer a alguien que quizás tengo mucho en común contigo.

—No existe nadie así, es imposible que alguien más puede soportarme.

—No digas eso.

—Es la verdad y, tampoco es como si quisiera a alguien. Estoy bien sola y así me voy a quedar. No quiero enredos, no quiero problemas, no quiero rupturas ni cambios. ¿Entiendes? No quiero absolutamente nada.

Lee suspiró cansada. A veces lidiar con la azabache era demasiado difícil.

—Yo sé que algún día lo querrás, Minji. ¿Te imaginas compartir momentos que más te gusten con la persona que te gusta, con aquella persona que te haga sentir especial? —un brillo especial se instaló en la alfa menor.

—No estoy para estupideces y cursilerías, Hyein —rodó los ojos y sobó su sien—. ¿Cuántas veces tengo que decir que no?

—Bueno, olvídalo. Cancelaré la cita —suspiró—. La chica se pondrá muy triste, cuando se lo dije desprendió tanta emoción que ahora no sé si seré capaz de verla a los ojos.

—Eso fue tu culpa. Yo no te mandé a que la invitaras. Solo quiero ocuparme en estudiar y quizás conseguir un buen trabajo, no quiero que mi mamá se sobrecargue con todos los gastos.

—Me alegro por eso —sonrió levemente—. Si deseas puedo llevarte a la cafetería en donde trabajo, necesitan más empleados y apuesto que te aceptaran.

—Eso suena bien, gracias —habló algo aliviada.

Ambas decidieron seguir su camino por el pasillo, buscando su aula respectiva antes de que la campana sonara.

Minji resopló fastidiada. ¿Por qué casi todos la veían como un trozo de carnada? Sinceramente le daba asco la gente que se humillaba y le rogaba hasta lo último para salir con ella. Pero por más que hicieran lo que hicieran, la respuesta siempre era la misma. Un grave y profundo "NO".

A veces se exasperaba demasiado al punto de querer estar completamente sola. ¿Por qué nadie podía entenderlo? No quería involucrarse con nadie, no después de ver a su madre tan sumida en una depresión. ¿Tan doloroso era el abandono de alguien? Minji supo que sí, desde aquella noche en la que era una pequeña cachorra y se despertó por los constantes sollozos en el dormitorio de sus progenitoras. No sabiendo mucho de la vida, se levantó con pereza, acercándose hacia la otra habitación.

Su corazoncito se quebró y su loba recién presentada como alfa aulló lastimera. Su mamá Jisoo lloraba sin control alguno, sentada y abrazándose a sus piernas. Rápidamente corrió y se abalanzó para abrazarla.

—M-Mamá... ¿Qué pasó? —musitó con pena y preocupación. Jamás la había visto así. Siendo una omega tan brillante y feliz, ahora solo la veía exhausta y totalmente apagada.

La mujer la tomó en sus brazos y la apegó a su cuerpo, ambas creando un poco de calorcito en una habitación tan fría como la era esa.

—N-no es nada cariño, so-lo me duele un poco el cuerpo, n-nada más —sorbió, limpiando bruscamente sus mejillas y tratando de sonreír de manera forzada.

—¿Dónde está mamá? —los ojitos de la alfita curiosearon por todo el cuarto.

—Ella s-se fue a trabajar.

—¿A trabajar?

Sus ojos ahora miraron a la omega, alterándose un poco al ver como el cuello de su mami estaba muy rojo y la marca que sus madres decían que era muy especial, ya casi ni se notaba. No entendía nada, pero su loba solo quería tirarse a llorar. ¿Qué estaba pasando?

—¿C-cuándo volverá?

—No lo sé, bebé, no lo sé.

Y fue así que después de aquella noche, Minji comprendió que el amor que sus madres se profesaban no era tan sincero como creyó.

Pasaron dos años, tiempo en el que su mamá se limitó de muchas cosas para solamente trabajar día y noche. Viendo muy pocas veces a Minji, que cada cierto momento preguntaba por su madre alfa. ¿Algún día iba a volver?

Fue cuando cumplió los once años que supo la verdadera razón. Su madre había encontrado a su pareja destinada y la había dejado a ella y a su mamá omega solas contra el mundo. ¿Qué necesidad de romper una familia de esa manera?

Por esa razón odiaba esa leyenda de las parejas predestinadas. Rogaba para no ser víctima del destino. ¿Y si se enamoraba de alguien y esta persona la dejaba porque encontró a su destinado?

Fue así que Minji creció con recelo, temiendo que su mamá Jisoo conociera a alguien más y la lastimaran otra vez. Ya no era una cachorra, ahora era una alfa que quería proteger a su progenitora de cualquier situación. Su mamá nunca se mereció todo lo que había pasado. Es más, Minji anhelaba el que sus madres nunca se hubieran conocido, de seguro Jisoo no hubiera sufrido y a pesar de que ella no existiría, ambas hubieran tomado su camino correcto como el destino lo planeó. Sin falso amor y una fuerte ruptura, una familia incompleta y una marca que fue borrada.

La alfa azabache resopló dolida ante los recuerdos, ante una verdad que ya no quería tener más en su mente.

La alfa azabache resopló dolida ante los recuerdos, ante una verdad que ya no quería tener más en su mente

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la princesa y la plebeya; catnipzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora