Si lo supiera.

XI

            Un rayo de luz se coló, cayendo sobre el rostro dormido de Rouge. Frunció el ceño y trató de girarse, pero un peso sobre ella la detuvo. Abrió los ojos con cuidado y observó a Samantha arriba suya, acurrucada entre su pecho.
            Pasó una mano por su cabello con cuidado y acarició su cabeza. Tenía una expresión dulce y tranquila. Recordó la primera vez que la vió, sus ojos brillantes y facciones tan suaves.
            «Se suponía que no lo harías», se culpó a sí misma. «Ojitos puros».

(…)

            Se despertó lentamente, y su primera reacción fue extender su brazo hacia Michelle, pero sus dedos solo tocaron las suaves sábanas. Parpadeó unos segundos, tratando de acostumbrarse a la luz mientras se incorporaba en la cama. Inspeccionó el cuarto, no había rastro de Rouge. Un puchero se formó en su rostro, le hubiera gustado despertar viendo a Michelle a su lado.

            Suspiró y se tiró contra el colchón de nuevo. Anoche había tardado horas en dormirse, su corazón y respiración había estado traicionándola constantemente.
Recordó que Michelle le había prestado una camisa de pijama, suya. Fue algo frío cómo se había acostado en la cama sin decir nada, estuvo unos segundos mirando el lado que le había dejado. Solo la luz de la luna alumbraba el lugar. No fue hasta que Rouge se giró hacía su lado y susurró «Ven aquí» que tuvo valor de adentrarse entre las sábanas.
            No se sentía mal el calor de Michelle, pero le daba miedo moverse o tocar cualquier cosa. Pasó lo que parecían horas pensando en si darle un abrazo estaría bien, nunca se decidió y acabó dormida antes.

            Volviendo al presente comenzó a pensar en las razones por las que Rouge se había ido. ¿Y si? ¿Y si la abrazó mientras dormían y se enfadó? Un dolor comenzó a crecer en su pecho, probablemente producto de la ansiedad ¿Había hecho algo durante la noche que hubiera incomodado a Michelle? El temor de haber cruzado alguna línea invisible se hizo presente, y el corazón de Samantha empezó a latir con más fuerza.
            Su mente comenzó a divagar entre ideas improbables. ¿Se habría arrepentido de invitarla a su cama? ¿O peor, de lo que hicieron en su despacho?  ¿Y si se había ido con la chica del mensaje? Aunque el vuelo era en unas horas y la maleta de Rouge se encontraba en el cuarto, a su ansiedad le pareció una idea razonable.

            Se sobresaltó cuándo escuchó la puerta del baño abrirse y se giró asustada. Sus ojos se encontraron con la figura de Michelle, envuelta en una toalla, Mantenía sus manos en su cabello, secándolo con una toalla más pequeña.

            —Buenos días. —saludó inexpresiva mientras se acercaba a su armario. —Suelo ducharme en las noches, pero cómo ayer no pude, me duché en la mañana. —explicó con naturalidad, tiró la toalla de su cabello al suelo y buscó entre el armario.

            —¿No te has ido? —preguntó Samantha, aún sumida en sus pensamientos.
            —¿Eh? ¿A dónde iría? —frunció el ceño confundida y miró hacía Samantha.

            —No sé. Yo creí que… —se detuvo así misma de seguir. —No importa.

            Los ojos de Samantha se desviaron al cuello de Rouge, dónde caían dos gotas. Se deslizaron suavemente por la piel dorada hasta el pecho superior de Rouge, quién se giró, dejando ver cómo las gotas desaparecían entre sus pechos. Sintió una salvaje necesidad de tocarlos y…
            La mirada profunda e interrogativa de Rouge la hizo volver. Enseguida notó su temperatura subir por la vergüenza.

            —Como sea. —sacó finalmente un hermoso traje color carmesí y una camiseta blanca común. —Ve a tu cuarto y prepara tu equipaje. —ordenó.