IX

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             Michelle miró a Samantha formar un puchero y entró al vehículo, aquella tarde había disfrutado cómo hace años había dejado de hacerlo. Últimamente, se había enfocado únicamente en su empresa y en los negocios, y las veces que había querido «disfrutar» habían acabado con grandes polémicas. Michelle la observó durante unos segundos, admirándola. Samantha la miró a los ojos con un falso reclamo, «¿Qué?», preguntó.

             —Pareces una bebé enfadada. —dijo honestamente. —Te ves bonita aún así. —No estaba mintiendo ni tratando de hacer una broma, estaba siendo honesta. Apartó la vista con prisa de Samantha intentando evitar una conversación incómoda sobre los comentarios que Rouge hacía repentinamente en varias ocasiones.

             Era frustrante la poca capacidad que Rouge tenía para evadir a Samantha, o al menos evitar mostrar lo atractiva que se veía para ella. A menudo se regañaba internamente, pero cuando estaba con Samantha, intentaba reprimir esos pensamientos lo mejor que podía.

Cuándo quiso volver a voltear se encontró a Samantha levantando su vestido y colocándose unos pantalones por debajo. La poca vergüenza con la que lo hacía impactó a Rouge.

             —¿Qué haces? —preguntó.

             —Quiero cambiarme, no me gusta estar en vestido. —explicó concentrada.

             —Ten cuidado. —advirtió.

             —¿De qué?

             Podría haber dicho que le preocupaba que alguien más la viera, pero eso era imposible, la parte de atrás del vehículo estaba completamente polarizado, lo que significaba que nadie podía ver lo que sucedía en el interior del automóvil, ni siquiera el conductor. Tratando de distraerse, encendió su teléfono móvil y abrió los mensajes. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había un número desconocido entre los mensajes. Abrió el mensaje y lo leyó.

             «Hola Mich, me he enterado que vienes a Italia, ¿me aceptas una cena? ♡»

             Cuando observó el carácter especial en el único mensaje enviado, reconoció quién era y su estómago se revolvió.

             ¿No has obtenido suficiente de mí? —escribió.

             No se esperó cuándo al segundo, el mensaje había sido leído y el estado «escribiendo…» se hizo presente.

             Antes de que pudiera leer el nuevo mensaje que había llegado, Samantha la llamó desde el otro lado de la habitación. Michelle se giró y la observó semidesnuda, la imagen de su cuerpo la dejó sin aliento por un momento. Pero pronto la culpa se apoderó de ella de nuevo. Sucederá lo mismo.

             Se sintió abrumada por ese pensamiento todo el trayecto, incluso cuándo la conversación con Sam debería haber quitado aquella sensación.

(…)

             En el último tramo del trayecto se encontró así misma contemplando a Samantha cómo otras veces lo hizo, pero esta vez hablaba con entusiasmo sobre constelaciones y estrellas, se movía ansiosamente cuándo nombraba alguna estrella en especial que le gustaba y veía sus ojos brillar constantemente. Su cabello caía delicado sobre su rostro y sus labios formaban una amplia sonrisa.

             Se sentía hipnotizada con su imagen, Sam parecía irradiar una cálida y brillante energía. A Rouge nunca le habían gustado las cosas cálidas y brillantes, pero Sam parecía una excepción inevitable.

             Aún con un dolor en el pecho, disfrutaba ver a Sam y le parecía tan equivocado.

             Al poco rato notaron cómo el vehículo se detuvo. Samantha salió veloz y Rouge esperó un par de segundos hasta que el chófer abrió su puerta.

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