III

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Mientras disfrutaba de un café caliente, observó con disimulo la entrada de Samantha en el amplio comedor. Sin embargo, fingió estar centrada en el portátil a su lado, tratando de aparentar ocupación mientras respondía a correos urgentes.

—Buenos días. —frotó sus ojos acostumbrándose a la luz.

—Ya es medio día, ¿sueles dormir tanto? —Rouge la recibió con frialdad, haciendo que Sam se sonrojara de vergüenza. Michelle ni siquiera se dignó a mirarla, evitando cualquier contacto visual con ella.

—Lo siento. —Ignoró la pregunta principal.

—¿Porqué? Solo pregunté si usualmente duermes tantas horas.  —forzó su voz a relajarse. No quería cohibirla.

—Claro, disculpa. —volvió a hacerlo, una disculpa más. Iba a responder, pero un sonido de disgusto la hizo fijarse en Michelle.

—Deja de disculparte por todo, no tiene sentido. —finalmente levantó su rostro hacía ella. —Es irritante.

—Perd- —se tragó las palabras, le era inevitable contestar casi siempre con una disculpa. —A veces duermo mucho, pero —una pausa. —otras veces ni siquiera puedo. —para cuándo Samantha había querido mirar la reacción de Rouge, ella ya estaba mirando al portátil y escribiendo ágil.

Se sentó en la primera silla cercana, una de anfitrión, mientras giraba su cabeza hacía el decorado, inspeccionándolo.

Rouge debería estar molesta. Era inaceptable que una invitada se sentara ahí, debería haberle molestado, pero cuando llevó su mirada hacía ella. Estaba bajo una gran camisa blanca suya, balanceando las piernas y observando su alrededor, curiosa, se veía cómo una niña pequeña, Michelle debería haber fruncido el ceño, darle una mala cara y esperar que se percatara de su molestia, pero no lo hizo. Ella sonrió. Apoyó su cabeza en una mano y observó atentamente las expresiones de su lindo rostro. No se dio cuenta de lo mal que estaba la forma en la que se había quedado mirando hasta que Samantha la miró de vuelta. Tosió e hizo desaparecer cualquier mueca de agrado.

—¿Pasa algo?

—Solo decirte que a esta hora ya no es adecuado pedir que preparen un desayuno, tendrás que esperar a la comida. —volvió su mirada al portátil sin interés.

—Está bien. —sonó plano.

Rouge se mordió la mejilla interior, no iba a mirarla y sentir lástima por ella. Si tenía hambre tendría que haber despertado antes, ser más puntual, cuidadosa, y si eso no había sido posible tendría que pedir amablemente un desayuno ella misma… Un rugido sonó, venía del estómago de Samantha. La miró e interrogó con la mirada.

—Lo siento, —tragó seco. —no había pensado en el desayuno hasta que lo mencionaste. —levantó su cabeza con prisa. Iba a disculparse de nuevo, sin sentido. —Quiero decir

—No te disculpes por cosas tan absurdas, ahora mismo ordeno tu desayuno a cocina. —interrumpió mientras tecleaba en su ordenador.

Una vez movió a sus empleados para preparar el desayuno de Samantha, quedó frente al portátil, en el que se leían caracteres aleatorios en un documento en blanco. Había fingido escribir solo para mostrar desinterés, esa chica no podía saber que tanta lástima había sentido por ella.

Si lo supiera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora