Pasó un largo tiempo hasta que Michelle logró echar a Thomas Arnold. Se había negado y discutido para dejar a su mujer en casa de Rouge. Lo entendía, era lógico; pero era terca y ya había decidido que Samantha iba a quedarse en su casa. Ni siquiera le preguntó a ella, pero parecía haberse quedado en blanco y su lenguaje corporal, el agarre en Michelle, le estaba gritando que quería quedarse con ella. Tal vez solo era su mente egocéntrica.
Ordenó preparar un cuarto para ella. Cuando las empleadas fueron a buscar cambio de ropa para Samantha, se percataron de que no había ropa para invitados, menos de dormir o de la talla de Samantha. Y después de buscar en todo el armario de Rouge, encontraron algunas camisas que podrían servirle. Rouge solo suspiró cuando le pidieron permiso, no era lo más cómodo, pero le serviría para dormir.
—Venga por aquí, Srta. Arnold. —llamó una asistente ya mayor. Michelle observó a Samantha, quien hizo un leve puchero en sus labios al escuchar "Srta. Arnold".
—Trátala de Samantha. —espetó. La señora la miró con duda, pero no iba a preguntar ni cuestionar.
—
—Entonces venga por aquí, Samantha. —dijo sonriendo a la chica dulcemente. Le devolvió la sonrisa y la siguió.Cuando desaparecieron de su visión, suspiró, entre irritada y confusa, pero no iba a pensar en ello. Permitió marcharse a varios empleados y subió las escaleras principales para llegar a su despacho, iba a terminar algunos papeleos y dormir. No pudo.
Llevaba horas frente al ordenador y miles de hojas revueltas. Era una mujer ordenada, pero con el paso de los minutos y su frustración, desordenó todos los documentos, entremezclándolos, incluso arrugando algunos que más tarde tendría que pedir ser restaurados o reimprimidos. Su mente no lograba enfocarse y sintió una angustia al pensar en la clase de transacciones de todo tipo que tendría que hacer si los Arnold se molestaban y rompían sus contratos. No temía perder millones, porque aún así no caería en quiebra, pero sí le temía a lo que el resto diría.
“¿Por qué ya no son socios?”, “Ella no puede manejarlo sola”.
De nuevo se encontró sofocada con la idea de verse insuficiente. Había trabajado muy duro durante todos estos años para perderlo por una patética e infantil niña. Mordió su labio, no la podía culpar y estaba siendo una imbécil tan solo de pensar en ella de esa forma. Samantha solo parecía una joven chica recién salida de la adolescencia que había tenido que adaptarse a una vida millonaria; sí, no sonaba mal, pero seguía siendo algo drástico y desequilibrado. Y no conocía las circunstancias ni historia de ella.
Se dio por vencida y abandonó su despacho. Hoy no iba a poder trabajar y seguir ahí sentada, no iba a hacer que mágicamente se concentrara. La casa ya se encontraba en silencio y oscuridad cuando salió. Era media noche. A esa hora todas las luces se apagaban y los empleados se marchaban. Anteriormente había tenido internos, pero después de que uno de ellos pasara información confidencial sobre la “relación” que tenía con la mujer de un importante colaborador del momento, se negó a aceptar a cualquier persona en su hogar si ella no lo necesitaba o pedía.
Volvió a mirar el panorama de la gran casa a oscuras y una pequeña luz la hizo fruncir el ceño. Inhaló y suspiró, era la habitación dónde estaba Samantha. Se acercó y llamó a la puerta.
Un segundo, dos. Tres. No respondió. Otro golpe. Uno, dos… Veinte segundos.
Abrió la puerta.
Estaba dormida, y con la luz prendida. Le molestaban las luces encendidas innecesariamente, o deberían haberlo hecho. Observó a la mujer tendida en la cama, ni siquiera se había arropado. Miró sus piernas descubiertas y suspiró al ver pequeñas gotas sobre ellas. Se había duchado, pero no se había secado. Sin darse cuenta, su mirada vagó por el cuerpo ajeno, aflojó su corbata y se sentó a los pies de la cama.
Michelle se mordió el labio inferior, sintiendo una atracción cada vez mayor hacia ella. Quería tocarla, acariciar su piel suave y besarla. Se sintió culpable, no quería aprovecharse de la situación. Samantha se encontraba vulnerable y había confiado ciegamente al aceptar quedarse en su casa. Así que se conformó con observarla, como si no fuera grave de todas formas.
Oh por dios. Cualquiera que la viera podría acusarla de acosadora y voyeur con todo el derecho.
Llegó a su rostro y lo apreció desnudo. En la cena llevaba un maquillaje natural que había ocultado las ligeras pecas que ahora observaba. Acercándose a sus ojos vio el contorno oscuro, tenía ojeras. Podría haberlo percibido como un claro defecto en su rostro, pero algo le hizo sentir lástima. ¿No dormía bien? ¿Estaría muy agotada? Ella no debería preocuparse.
Samantha se movió adormilada, frotó sus ojos y trató de enfocar la mirada. Para cuando lo logró, Rouge se había levantado de la cama y disimuló.
—Dejaste la luz encendida. —apagó la lámpara de la mesilla y se dio la vuelta para salir, pero una mano la detuvo.
—Muchas gracias. —dijo Samantha aún algo dormida.
Rouge ignoró lo dicho y salió. Parecía tranquila, distante cómo normalmente lo era, pero al cerrar la puerta de su cuarto detrás de ella, la máscara cayó.
—Debería ser ilegal ser tan bonita. —murmuró para ella mientras se dejaba resbalar en la puerta con las manos ocultando su rostro. Pensó en el rostro que había observado hace poco y se sacudió por la extraña sensación.
Ni lo pienses. Ella se ve pura. Incluso si pasara, ¿vas a volver a dejar que te culpen?
Ahora sintió una sensación abrumadora y culpable. "No vas a volver a acercarte a mujeres casadas, ni con pareja, menos heterosexuales", se repitió a sí misma mientras caminaba hacia su cuarto.
Ya desgastada por su tortura interna, se tiró a la cama y durmió. Su cerebro le jugó una mala experiencia, tuvo pesadillas.
Un hombre la gritaba sin aliento y enojado. Enfocó su vista y divisó a una chica detrás de él, sujetándolo. Afinó su oído y al final pudo entender lo que le decían.
—¡Maldita bollera roba novias! —escupió a su cara.—Mi novia no está interesada en marimachas como tú. —la chica susurró hacia él, sin llegar a sus oídos. —¡Tú la has corrompido!
Corrompido. Escuchó esa palabra múltiples veces más a lo largo de su vida. Había sido una desgraciada amorosamente, siempre terminaba con chicas heterosexuales y con pareja. Ella se negó a seguir ese patrón después de entender que no era solo un problema el hecho de que fueran heterosexuales.
Una neblina apareció en su sueño, mostrando una bonita mujer rubia de ojos grises, y la reconoció.
Brincó de la cama alborotada. Después de respirar profundo un par de veces, se calmó. Estaba sudada y acelerada. Hacía bastante tiempo que no había soñado con ella, ¿por qué ahora? Ah, cierto. Seguramente Samantha había revuelto ese pasado. Pero no iba a suceder nada malo, Michelle ya había madurado. Eso fue lo que dijo la última vez.

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Si lo supiera.
RomanceMichelle Rouge es una gran empresaria solitaria. Ella no tiene una buena fama, no una aceptada. Es una mujer soltera, millonaria, frívola a primera vista y cuya única polémica gira alrededor de la esposa de un antiguo colaborador. Ella fue acusada d...