Epílogo

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Los años habían pasado, ya no había guerra contra la Cosa Nostra, no había más muerte ni sangre de inocentes derramada. En Sicilia, Italia, dos niños se escondían entre los campos de los viñedos, Ethan de tan solo cinco años, cabello negro como la noche y ojos azules, el pequeño había heredado el carácter de su rubia madre, sonreía y siempre veía todo con positivismo. Mientras que William de ocho, con su rubia cabellera y ojos color café, era igual a su otra madre, aunque a veces, solo a veces se juntaba con su hermano menor para jugarle bromas un tanto grotescas a sus amigos.

—¡Ethan, William, es hora de comer! —gritó Enid a lo lejos.

—¡Mierda! —exclamó William—. Bien, Ethan, tendremos que dejar esto para más tarde.

—¿Crees que se den cuenta? —preguntó Ethan preocupado mientras guardaba las tijeras y otros objetos que había estado usando junto a su hermano.

—No, mami y madre son bien distraídas, no se darán cuenta.

—¡Niños! —gritó Enid por segunda vez exasperada.

—¡Ya vamos, mami! —dijeron ambos en unísono.

Al escuchar el llamado de Enid, los hermanos apresuraron el paso para dirigirse a casa. Aunque estaban preocupados de que su madre descubriera sus travesuras, confiaban en que ella y su otra madre, Merlina, distraídas como eran, no se darían cuenta.

—¿Qué hacían? —preguntó Enid al verlos llegar.

—Nada, mami —se apresuró a contestar William, ya que sabía que Ethan era malo para mentir.

Enid levantó la ceja, estudiando a ambos con la mirada, sabía que le mentían, pero decidió dejarlo pasar, después de todo era un día importante para la familia, no todos los días ella y Merlina celebraban diez años de aniversario.

—¿Ya llegó madre? —preguntó Ethan intentando zanjar la pregunta que Enid les había hecho.

—No tarda en llegar, así que necesito que antes de cenar vayan y se den una ducha —indicó Enid al ver lo sucios que estaban ambos niños.

Los niños asintieron y se dirigieron a sus habitaciones para prepararse. Mientras se lavaban, Ethan y William hablaban en voz baja, planificando cómo sorprender a sus madres en su aniversario. Habían estado trabajando en secreto en un regalo especial y estaban emocionados por revelarlo.

Después de la ducha, los hermanos se vistieron con sus mejores ropas y bajaron al comedor, donde la mesa estaba adornada con flores y velas. Merlina aún no había llegado, por lo que los niños se sentaron en silencio, esperando con impaciencia.

—Creo que ahora sí podemos terminar los obsequios —dijo William.

Ambos niños se pusieron manos a la obra y siguieron en lo que estaban antes de que Enid los llamará, con la esperanza de que a sus madres les gustara lo que habían hecho para ellas.

Ethan y William se sentaron en el suelo de la sala de estar, rodeados de papel, pegamento y crayones de colores. Trabajaron en silencio, concentrados en su tarea, mientras el sonido de la puerta principal se abría y cerraba indicaba que Merlina había llegado.

Las madres de los niños, Enid y Merlina, entraron en la sala y se encontraron con la escena: sus hijos concentrados en hacer algo especial para ellas. Ambas se miraron con una sonrisa, emocionadas y curiosas por descubrir qué estaban haciendo los pequeños.

—¡Feliz aniversario! —gritaron los niños emocionados al ver a sus madres.

Las dos mujeres se miraron sorprendidas y se acercaron a sus hijos, curiosas por el regalo que habían preparado. Ethan y William se levantaron y ofrecieron a cada una de ellas un pequeño paquete envuelto en papel brillante.

Cosa Nostra (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora