Prólogo - parte 2

455 42 3
                                    

¿?: Ayanokouji-kun, ¿estás despierto, verdad?


Oh, no. Oh, no. Una vez más ha llegado, la temible situación.

Mientras fingía estar durmiendo, Suzune Horikita, mi compañera de clase, se acercó a mí y empezó a hablar.

Era como si el demonio... no, el mismo diablo me obligara a despertar. Incluso con los ojos cerrados podía sentir una presencia maligna junto a mi.

En defensa, usé mi cerebro para idear un plan maestro para escapar de esta situación. Al final, después de quemar mi procesador mental, llegué a una conclusión: seguir haciéndome el dormido.

Para desgracia de mi inútil estrategia, ella continuó hablando.

Horikita: Tienes tres segundos para despertar, sino, tendrás un severo castigo.

Trataba de ignorarla, pero sus palabras me golpeaban como martillazos en la cabeza. ¿Por qué no podía simplemente dejarme en paz?

Ayanokouji: ¿Qué quieres decir con "castigo"?

Horikita: Mira, como lo suponía. Estás despierto.

Ayanokouji: Se que eres aterradora cuando te enojas. No es conveniente seguir fingiendo.

A pesar de todo, me resistí a levantar la cabeza, temeroso de lo que pudiera encontrarme frente a mí.

Horikita: Sea cómo sea. ¿Tienes tiempo?

Ayanokouji: ¿Y si digo que no?

Horikita: Es cierto que no puedo forzarte. Pero si te niegas estaré de mal humor, y si estoy de mal humor, podría ser una piedra en el zapato para la vida escolar de Ayanokouji-kun.

Una amenaza tan clara como el agua. Sentía mi corazón acelerarse solo por sus palabras de resentimiento.

Horikita: Solo imagina. Corchetes en la silla, agua en tu cabeza cada vez que entres al baño, ser atravesado por la punta de un compás...

Ayanokouji: ¡Eso es bullying! Además, eso último ya ha pasado.

De pronto, mi mente se llenó de recuerdos dolorosos relacionados con el compás de Horikita. Así que, ha regañadientes, comencé a levantarme.

Mientras me sentaba, mi mirada se posó sobre ella. Era una chica de cabello largo y negro, con unos ojos preciosos, pero daban la sensación de ser apuñalado por una estaca.
A pesar de que ya habíamos pasado casi un mes juntos, aún no lograba acostumbrarme a esa mirada helada que me hacía sentir tan incómodo.

Horikita: No tienes porque temblar. No te echaré agua cuando estés en el baño. No eres lo suficiente como para malgastar mi tiempo intimidándote.

No sabía si sentirme aliviado o enojado por su comentario.

Ayanokouji: ¡Eso no me ayuda! Y lo peor, lo del compás ya pasó. Todavía tengo cicatrices.

Levanté la manga de mi brazo derecho, dejando al descubierto las pequeñas cicatrices que parecían las marcas de tres inyecciones. Pero, a pesar de lo que pudiera sugerir mi piel marcada, las heridas más profundas y dolorosas eran las que había sufrido en mi interior, las cicatrices psicológicas. Ese compás es de temer.

Horikita: No veo nada. No hay evidencia.

Ayanokouji: ¿Qué? ¿Cómo que no?

Horikita: ¿Dónde está la evidencia? ¿Intentas acusarme falsamente de lastimarte?

No tengo ninguna duda de que hay cicatrices en mi brazo. No estoy loco ni me estoy imaginando cosas, solo necesitas ver de cerca. En cambio, ella es quien intenta ocultar sus crímenes tras una fachada de ignorancia.

Chisato y Takina en Classroom of the EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora