Capítulo O6

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Lalisa's pov

Placer infinito. El puto paraíso. Correrme en la boca de Jennie. Y el timbre del apartamento de Jennie sonando, solo me hizo sacar de mi puto mundo de gloria.

¿Quién carajos era? ¿Quién se atrevió a interrumpir un momento tan maravilloso? Tendría que haber traído un cartel con las palabras “No molestar, Jennie y yo estamos follando.”, y pegarla en la puerta de su apartamento, para que no me arrancaran brutalmente del enorme placer que estaba sintiendo.

Todavía tenía esta indignación en la puta cabeza. - lea bien: Cabeza de arriba, no la de abajo. - cuando Jennie me empujó y se levantó, cogiendo su blusa del suelo y poniéndosela rápidamente, antes de tirarme la mía a la cara, junto con mi sujetador.

— ¡Rápido, Lisa! ¡Vístete! Maldición, no puedo creer esto.

Murmuró y se paseaba de un lado a otro, hasta que se detuvo frente al espejo que tenía en la sala y se arregló el cabello despeinado, el que yo había despeinado mientras chupaba deliciosamente mi polla. ¿No se había dado cuenta todavía de que yo estaba indignada?

¿Por qué una mujer nunca es empática cuando se trata de un pene? Porque eso, querido amigo - o amiga - ¡es un dolor! Me arrancaron de mi paraíso privado. Por no hablar de que el timbre de la puerta seguía siendo tocado por algún despistado idiota que no había entendido que estábamos ocupadas.

— ¡Jennie! No digas que te vas a echar atrás ahora. Por favor, dijiste que me verías.

Y sí. Era un idiota. Un hombre.

— ¡Ya voy, Hanbin! — Gritó.

Y Hanbin era el nombre del bastardo.

— ¡Lisa! Por el amor de Dios, ¿aún no te has vestido? ¡Despierta, maldita sea!

— Dijiste que ibas a salir, no que ibas a tener visitas. ¿Por qué me has mentido, Jennie? — pregunté, viéndola ir al DVD y sacar el disco de nuestro depravado polvo.

— ¡Porque quería que te fueras lo antes posible! — dijo, guardando el disco en su estuche y acercándose a mí. — Ahora vas a tener que vestirte y esconderte, Lisa. Por favor, coopera conmigo por una vez.

— ¿Esconderme? — Quería reírme y lo hice. Me reí, mientras me abrochaba el sujetador, me ponía la camisa poco después y me levantava para meter mi (ahora ignorado) miembro en mis pantalones. — De ninguna manera, Jennie. Si tienes una visita y no me has dicho que la esperabas, vamos a recibirla juntas. Recibirlo, mejor dicho. Ahora, ¿podrías dejar de ser grosera y abrir la puerta para que entre nuestra visita, por favor?

Me miró de arriba abajo y volvió a sonar el timbre. El tal Hanbin estaba impaciente. Si Jennie tenía alguna objeción que hacer quedó completamente descartada porque se dio la vuelta y con pasos vacilantes se dirigió a la puerta. La seguí y en cuanto me puse detrás de ella, abrió la puerta, revelándome al tal Hanbin.

Primera impresión: alto, moreno, ojos marrones y cara de virgen. Con certeza, este tipo no podría follarse ni a una muñeca hinchable.

La miró a ella y luego a mí. Luego a ella de nuevo, y entró mirándome fijamente, analizándome de arriba abajo, y yo hice lo mismo con él. No sabía quién era ni lo que significaba para Jennie, pero con esa cara de virgen, dudo mucho que consiga algo de Jennie después de conocerme. Ahora sabía que tener sexo con una mujer era mil veces mejor y estoy segura de que nunca me dejaría para estar con este idiota.

“¿Dejarte? Que carajos es ese pensamiento Manobal?”. No sé subconsciente, y éste no es el mejor momento para que hagas esa pregunta.

— Hm... Lisa, este es mi ex-prometido, Hanbin Lee.

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