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Misuk

"¿Porqué?"

Si antes pensaba que el Señor Jeon era raro, ahora lo confirmaba.

¿Como era una correa de perros y no era para perros? No creía ni me imaginaba a una persona con algo así en el cuello, caminando a cuatro patas y comportándose como un animalito. No había manera de que eso fuera para una persona si no era para un perro. Tal vez el señor Jeon si que tuvo perros, a lo mejor se le murió y le tenía tanto cariño que le daba cosa admitirlo. Claro, debía de ser eso.

Lo peor es que aquello me tenía mareada cada vez que lo pensaba, y lo de la curiosidad aún más.

"—La curiosidad mató al gato, y tú tienes que ser una gatita buena y no ser tan curiosa —me quedé de piedra."

Eso había soñado bastante raro, nunca en mi vida me habían dicho cosa igual, de todos modos no había manera de que me lo dijeran, estaba todo el tiempo en el convento y no había compartido con ningún hombre a parte de Hyujin en el convento, y no se comparaba en lo absoluto, además, su mirada me intimidaba demasiado, me había dado cuenta de que no podía sostenerle la mirada por más de veinte segundos, era imposible.

Cuando lo intentaba la oscuridad que poseía en sus ojos parecía que te envolvía, llegaba un punto en el que no veías nada a tu alrededor que no fueran sus ojos, él.

Definitivamente el encierro me estaba afectando, en el convento conversaba con algunas monjas superiores que ya habían obtenido su voto, o con novicias que estaban esperando por obtenerla, además de que me pasaba parte del día ayudando al Padre Choi con sus cosas en la iglesia, también a veces me mandaba al pueblo cercano a buscar fruta y a acompañar a los cocineros a comprar comida. Donde se encontraba la iglesia no había casi ni desarrollo, uno vivía como a cien mil años luz y tampoco nunca necesité vivir en el desarrollo, ni mucho menos tener un móvil como todas las personas en la ciudad.

Quería volver por dos razones: una, era porque extraña mi lugar y a mi gente, dos, porque estar cerca del señor Jeon era demasiado incómodo y cada vez que se le acercaba sentía que algo malo iba a pasar.

¡Por el amor de Dios! Me dejé tocar en la espalda baja por él, ¡No debí de haberlo dejado hacer eso! Pero cuando sus manos me tocaron justo en ese lugar, fue como si me hubiera adormecido, me sentía esclava de sus palabras, algo que simplemente no podía explicar, pero era muy turbio, demasiado turbio siquiera pensarlo.

Se sintió... Agradable, pero luego se sintió raro.

En el resto del día lo evadí, no quise verlo, no podía verlo, me sentía raro si lo veía después de lo que había pasado, sin embargo, no podía evadirlo todo el tiempo, yo era su empleada, me pagaban por esto, y tenía que atenderlo bien.

Él se encontraba en el jardín fumando, porque se veía desde la cocina, que era donde yo estaba debido a las puertas de cristal, intenté no mirarlo mucho, porque cada ves que lo hacía casualmente él se encontraba mirándole, y eso solo hacía que me pusiera roja al punto de explorar y tan nerviosa que todo lo que hacía en la cocina me saliera mal. Era un desastre.

Había segundas intenciones en su mirada, ¡Claro que las había! Era monja, no tonta.

Pero había un simple problema, y era que él no iba a lograr lo que quería, porque claramente el amor al señor lo llevaba en la sangre, y eso no lo iba a dejar de lado así por así y menos por un hombre, aunque ese hombre me intimidara, o fuera la representación física de un Adonis hecho y derecho con su belleza natural, o si cada ves que me miraba mi corazón bombeaba con fuerza y pareciera que se me iba a salir del pecho, claro, estaba todo controlado.

Unholy › jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora