𝟷𝟿

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— Puedo hacerlo, puedo hacerlo. — Murmuraba Jimin para si misma, parada unos pasos frente de la casa de Minjeong. — Solo iré y le preguntaré si está bien...si todo sale bien tal vez cuando esté menos tenso el ambiente...le puedo preguntar porqué me ha estado evitando... — Tomó aire y trató de dirigirse a la puerta para tocar el timbre, fallando en el intento. — No puedo hacerlo, no puedo hacerlo. — Retrocedió de nuevo y miró al cielo, frustrada. Es que Jimin tenía miedo, debía admitirlo. Su corazón palpitaba tan fuerte contra su pecho, no sabía que pasaría con su relación. Aunque no estuviera bien definida. Porque ella conocía al padre de Minjeong, sabía que siempre ha sido estricta con ella y que Minjeong le oculta muchas cosas.

Tiene miedo de que Minjeong haya salido lastimada y de no poder estar con ella para apoyarla, tiene miedo de haberse convertido en un problema en la vida de la rubia, y tiene miedo de que Minjeong se aleje de ella, incluso como amiga.

Suspira y mira de nuevo la puerta que está unos metros frente a ella, piensa que tal vez sea buena idea irse, no quiere atormentar a la menor y se siente insegura al respecto. Pero algo dentro de ella la mantiene ahí, mirando esa puerta y pensando que necesita hablar con Minjeong.

Se ríe suave para si misma cuando encuentra gracioso el hecho de que está parada frente a una puerta desde hace unos quince minutos sin hacer nada. Desvía su mirada a la derecha por pura casualidad, y ve a unos pasos a la chica que no sale de su cabeza.

Minjeong le mira a través de las gafas para leer que lleva puestas, se ve tan bonita con su chaleco beige sobre una camisa blanca y pantalones holgados, Jimin no puede evitar querer abrazarla, pero se contiene más que nada porque está sorprendida y nerviosa por haber sido atrapada casi que espiando la casa de la rubia.

También nota que lleva una bolsa de tela en sus manos con algunas compras, bolsa que tiene conejitos pintados por ella misma, dato que sabe porque es parte de un proyecto que hicieron juntas en la clase de artes, un par de años atrás.

Ninguna de las dos sabe que hacer, Minjeong está sorprendida y busca alguna escapatoria, pero sabe que no la hay; Jimin está frente a su puerta y en el fondo sabe que le debe una explicación. Mientras tanto la pelinegra está muy preocupada de parecer una acosadora en potencia, pero ve a la menor regalándole una pequeña sonrisa y siente que su corazón se ha saltado un latido. Se acerca a ella devolviéndole la sonrisa, y Minjeong está bajando la mirada.

— Hola... — Se atreve Jimin a hablar primero. — Lamento haber venido sin avisar...yo.. bueno... — Ríe con nerviosismo y rasca un poco su nuca.

Minjeong siente las palabras atoradas en la garganta, no sabe como empezar a hablar, si debe iniciar con una disculpa o algo así. Aunque en realidad siente muchas ganas de abrazar a la chica que está frente a ella. — H-hola. No...no hay problema. — Tartamudea un poco y se golpea mentalmente por ello.

— Vine porque...Mmh. No me contestas los mensajes y... ¡No me malinterpretes! Yo solo quería saber si estabas bien y eso...bueno, además Minju me dijo que tu padre había venido a verte y, bueno, eso...

— Soplona. — Murmuró Minjeong, refiriendose a Minju.

— ¿Qué?

— Nada, nada...yo...uh, lo siento, Jimin. Lo siento por no haberte contestado. Estoy bien, solo que... — Minjeong muerde su labio mientras piensa en las palabras que va a decir, está conmovida por la intención de Jimin. Pero le dolía el pecho y pensaba en todo lo que había pasado el día que la
visitó su padre.

A Minjeong le gustaba Jimin desde tiempo atrás, pero su padre le había dicho toda la vida que eso no era normal, por lo que se lo negaba constantemente. Ese día solo le preguntó que pensaría si estuviera saliendo con una chica, y cada palabra de su progenitor se clavó en su corazón y la llenó de culpa. Se sentía culpable con su necesidad de aprobación paternal, pero Jimin la hacía feliz. La evitó toda la semana por el intenso sentimiento de culpa, pero en realidad no se sentía capaz de alejarse de ella como si nada, y negar lo mucho que la quería.

— Lo de mi papá... — Suspiró, sin saber que decir. La culpa de nuevo acaparando sus pensamientos.

— Yo lo sé, Mintae. Sé como es... — Mordió su labio con temor de equivocarse con sus palabras, pero continuó. — Me gustas mucho, te quiero, y a mi no me importa lo que piense nadie de lo que siento por ti, porque se siente bien, se siente bien verte dibujar en clase, verte reír cada que vemos ratatouille, verte poner una carita de asco cuando como helado de menta. Se sienten bien las mariposas en el estómago, cuando me abrazas o me besas. Y hay muchos detalles que hacen que no me importe lo que piense alguien mas. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero me gustaría que a ti tampoco te importara.

Minjeong miraba al suelo ocultando el sonrojo que se extendía a sus orejas, sus manos jugando con las asas de su bolsa. Siempre las cursis palabras de Jimin la conmovían al punto de que le daban ganas de llorar.

— Aunque está bien, está bien si no quieres. Sabes que no me gusta que te sientas obligada, y si decides que no quieres estar de esa forma conmigo, lo entiendo. Pero solo me gustaría pedirte que no te alejes de mi y me dejes seguir siendo tu amiga. Prometo que será todo como antes y- — Se vio interrumpida por un cálido y repentino abrazo de parte de la rubia. Quien a este punto no podía contener más el nudo en la garganta y las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas. Jimin le devolvió el abrazo acariciando su espalda, la bolsa había quedado en el suelo pero a Minjeong no le importaba nada mas que abrazar a Jimin.

La culpa de Minjeong ya no era con su padre, sino con Jimin por haberle hecho sentir mal. Y era tan comprensiva que se sentía derretir en sus brazos.

— No llores, Min. ¿Dije algo malo?

Minjeong se separó un poco del abrazo y tomó su rostro dejando un salado beso en sus labios.

— ¡Lo siento, Rina, por todo! Yo... por supuesto que no quiero ser solo tu amiga, me gustas mucho, quiero estar contigo.

Jimin le sonrió embelesada por el beso recién recibido y las bonitas palabras de la rubia. — No te tienes que disculpar, Min. — Murmuró sobre sus labios antes de dejar otro piquito en ellos.

Minjeong abrazó su cuello, impaciente por recibir un beso un poquito mas largo. Así que unió sus labios comenzando a moverlos despacio, siendo correspondida al instante. Aunque no duró mucho, pues la puerta de la casa de Minjeong fue abierta. Se separaron rápidamente y voltearon al mismo tiempo.

— Eh... ¡No, no! Sigan en lo suyo.... ¡Buenas tardes, Jimin! Bueno... Las dejo, no tardes mucho, Minjeong, necesito las compras. — Dijo la madre de la rubia, cerrando la puerta después de interrumpir el momento.

Jimin rió bajito viendo a Minjeong esconderse en la curva de su cuello, sintiendo su carita tan caliente de la vergüenza.

— Estás rojita, Min.

Blush | WinrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora