Capitulo 4

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Pero mamá –replico la niña de nuevo–. Ya te dije que yo no quiero disfrazarme de una fruta.

Cariño, serias el plátano más dulce de todos los plátanos –respondió tomando a su hija en brazos y comenzando a llenarla de besos.

La castaña no dejaba de besarla y hacerle cosquillas a Emily en su camino a la puerta de casa, y su hija no paraba se carcajearse. Camila la bajo para buscar sus llaves en su bolso, gruño frustrada cuando no las encontraba por ningún lado.

Por otra parte, Emily miro a su alrededor el vecindario que la rodeaba. Tratando de encontrar algo más entretenido que ver a su madre comenzando a perder la paciencia por las llaves de casa. Cuando algo llamo su atención, algo más interesante que unas llaves, algo que cambiaría las cosas desde ese momento...

Para cuando Camila miro a su derecha y no encontró a su hija a su lado, sabía que algo malo pasaría. Pues al mirar hacia atrás, noto como Emily acariciaba un pequeño gato grisáceo.

A mitad de la calle.

Dejo caer la bolsa sin remedio al suelo y comenzó a correr hacia la castaña quien ahora trataba de tomar en brazos al felino.

Emily –la llamo a modo de reprensión, su corazón se detuvo al ver una camioneta negra que antes se encontraba estacionada a unos metros de ellas, arrancar y acelerar hacia su pequeña–. ¡Emily! –grito desesperada.

Fue como si todo pasara en cámara lenta, Camila ya se encontraba corriendo hacia Emily, quien ni siquiera veía el auto que se aproximaba a toda velocidad.

¿Mami nos lo podemos qued...?

Todo paso tan rápido, que solo noto a esa camioneta marcharse sin más, que no vio como Dinah ya había tomado a su hija en brazos y la traía sana y salva hacia el asfalto. Y de pronto Camila logro recobrar el aliento, de pronto su vida volvía a tener sentido.

¿Qué tus madres no te enseñaron a mirar ambos lado antes de cruzar la calle mocosa? –le reprocho enojada, la puso de pie en el suelo y se llevó las manos a la cintura mirándola mal.

Lo siento tía Dinah –se disculpó la pequeña bajando la cabeza avergonzada.

Camila inmediatamente llego hacia su hija y se puso en cuclillas para estar a su altura y revisar que esta no hubiera sufrido ningún rasguño.

No hay disculpa que valga –siguió la rubia–. Ese auto pudo haberte golpeado y no habría más Mily. Y dime, ¿quién cuidaría de Camila?

Su madre al ver que no sufrió daño alguno, la abrazo con fuerza, casi derramando las lágrimas retenidas en sus marrones ojos. No pudiendo quitarse de la cabeza la idea de perder a su pequeña. ¿Qué hubiera pasado si Dinah no hubiera llegado? ¿Qué pasaría si el auto hubiera acelerado más a fondo? ¿Qué hubiera pasado si...? "Hubiera, hubiera, hubiera". La reprendió su subconsciente.

Inmediatamente se alejó del abrazo y miro a la pequeña castaña más que molesta.

¿Cómo se te ocurre hacer semejante cosa Emily Jauregui Cabello? –le dijo aun con lágrimas en los ojos, y una expresión de alivio y enojo en su rostro–. No te haces una idea del susto que me has dado.

Lo siento mami –repitió la pequeña sin levantar la mirada–. Es que ese gatito estaba muy bonito y pensé que tal vez a ti también te gustaría.

"Y tanto para que el maldito gato se desapareciera".

Camila suspiro y se levantó del suelo, mirando a su mejor amiga.

El Matrimonio Perfecto -CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora