Desperté a Emmett al estacionarnos al lado de mi casa, bajé y abrí la puerta del copiloto para que Sizú bajará.No contaba con que saldría corriendo como un rayo al lado contrario, inmediatamente mis alertas se dispararon y el sueño que comenzaba a cerrar mis ojos cada cierto tiempo se disipó por completo. En otra ocasión ni siquiera la hubiera volteado a ver si no fuera porque del otro lado de la calle arenosa un gigantesco perro con pelaje negro se aproximaba hacia mi golden retriever, la cual parecía un chihuahua en comparación con ese can.
¡Querían reproducirse!
— ¡Aléjate de mi bebé! — chille dramáticamente lanzándome encima de Sizú como si estuviera en un partido de voleibol.
En un fracaso intento de alejarlo le avente arena en el lomo recibiendo un ladrido de su parte. Volví a chillar cuando mi cuerpo no pudo proteger a mi mascota y el perro se abalanzó hacia mi lamiéndome toda la cara. Me arrepentí de haber interferido su apareamiento.
Use ambas manos para tomar su hocico delicadamente y alejarlo, fue imposible, si cargar a Sizú me dejaba sin aire, este perro me formaria una hernia umbilical. No ayudo en nada que mi golden se pusiera celosa y comenzara a lamer el lado izquierdo de mi cara, como si estuvieran compitiendo por quien me daba más amor.
Me rendí y con mi nariz arrugada dejé que ambos perros me lamieran. Debí haberle hecho caso a mi mamá la vez que dijo que Sizú me regalaría si le dieran un buen bistec.
— Ensuciaste a mi perro — una voz desconocida se entrometió.
Distinguí que se trataba de un chico, chico que no podía ver por tener los ojos entrecerrados evitando que las babas de los canes entraran a mi retina.
— Pensé que querían hacer cositas — me excusé.
— Y lo más conveniente es lanzarte sobre ellos — su tono de burla me molesto, vale no fue de mis mejores ideas, actué por impulso, pero eso no le daba derecho a echármelo en cara —. Sizú viene a visitar todos los días a Mowgli porque Klaus deja las puertas abiertas.
Tomó del collar a su mascota alejándolo de mi, lo que me permitió pedirle a Sizú que se detuviera para visualizar de una vez por todas al chico enfrente de mi.
Dioses, que pequeño era el mundo.
El chico de los ojos verdes. El mismo que me había defendido de Carbajal. El dueño del perro demonio.
Con tanto ajetreó no volví a pensar en él una hora después de haberlo visto.
— ¿Conoces a Klaus? — respondí con una pregunta ladeando la cabeza.
— Desde que te vi follándolo el viernes pasado.
Mi corazón se detuvo por completo, pude sentir como la sangre se me iba a la cabeza y el aire salía de mis pulmones dejándolos vacíos, de la impresión no llegue siquiera a ponerme de pie.
— ¿Qué? — fue lo único que pude decir y me golpeé mentalmente, necesitaba reaccionar —. ¿Nos viste?
Hizo sonar su garganta afirmándolo, lo que me hizo querer hundirme en la arena de la vergüenza. Extendió su mano hacia mi, y yo ingenuamente la tomé apoyándome en ella levantándome sin esperar un comentario que me hiciera sentir el mismo pánico que tuve la vez que Illay casi me ahoga.