16 | ¿Qué se siente?

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Una de mis cualidades era la comunicación.

Usualmente no me avergonzaba decir lo que sentía ya fuera bueno o malo, sabía los límites de lo que estaba bien decir de lo que no, y era consciente que era la clave para evitar futuras confusiones.

Por ello detestaba que me mintieran.

Le había dejado de hablar a muchas personas por mentirme, no me refería a las mentiras blancas, sino a esas que significaban un cambio en mi perspectiva de la persona. Esta vez me encontraba en un aprieto, no por Niklaus, sino por Illay. Se aprovechó de nuestra hospitalidad más de lo debido y me dejó viendo como una tarada. Hablábamos de mi primo más cercano, con el que pasaba cada una de mis vacaciones y nos veía de viejitos discutiendo por quien sacaba la basura. Teníamos una relación extraña que solo los dos entendíamos en la que podía pedirme un vaso de agua y yo preferiría que se le cayera la lengua de la sed a tener que levantarme del sofá, pero, si necesitaba una transfusión sanguínea, sería la primera en ofrecerme.

Por eso no sabía que hacer, bueno... Si que lo sabía, más no hallaba la forma de llevarlo a cabo sin fracturar la amistad, porque éramos amigos.

Cuando me enojaba con una persona tenía la mala costumbre de pensar en todas las cosas que odiaba de ella. Con Illay lo primero que se me vino a la mente fue que irónicamente era familia de parte de mi papá, por ello debí haber visto venir una traición de su parte. Desde que mis papás se divorciaron creí que dejaría de ver tan a menudo a mi primo, me equivoqué, la hermana de papá se llevaba tan bien con mi mamá que la separación no implicó un problema para su convivencia.

Por eso pensé bien mi siguiente paso.

Tras echar a todos de la fiesta me despedí de Kaleth de forma automática y me encerré en la habitación que compartía con la rubia. Estaba tan pensativa que apenas saludé a Litzy, Dexter y JJ cuando entraron a dormir, y aunque lo notaron decidieron dejarme mi espacio con lo que sea que me atormentaba.

A la mañana siguiente, después de que Dexter se fuera junto con JJ (vivían en la misma playa), me acerqué a mi amiga y le conté lo que descubrí a escondidas de los dos intrusos. Estuvo a nada de pegar un grito al cielo si no fuera porque le tapé la boca. Ya más tranquila le expliqué lo que haríamos.

Niklaus fue el primero en salir de mi habitación. Aprovechamos que seguía somnoliento y lo mandamos por el desayuno. Minutos después de asegurarnos de que su jeep ya no se veía por las calles arenosas de la colonia despertamos a Illay pidiéndole nuevamente que fuera por comida con la excusa de que no sabíamos donde se había metido su amigo.

Así de fácil nos deshicimos de los dos.

El siguiente trabajo fue un poco más difícil por tener el tiempo encima, echando sus pertenencias en las mismas cajas de cartón con las que las metieron, con mi amiga encargándose del primer piso y yo del segundo, barriéndolo por completo hasta que las terminamos apilando en el porche y entramos de nuevo a la casa. Cerramos con seguro todas las puertas y ventanas de la construcción por primera vez desde que vivimos aquí. Incluso, sorpresivamente, nos quedaron varios minutos para que Litzy nos hiciera unas quesadillas y subiéramos las escaleras dando saltitos con Sizú siendo nuestro compañero del crimen dirigiéndonos a la terraza para ver alguna película de Adam Sandler.

El resto fue cuestión de esperar.

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