Tome una inhalación profunda antes de entrar al salón de clases.Mi pie apenas estaba tocando el suelo cuando reconocí al británico, mirando por la ventana con los brazos cruzados, sentado en el lugar que solía ser de Tensei. Al parecer la partida de mi amigo le había dado la oportunidad de transferirse por fin.
Sacudí la cabeza despejando mi mente, seguí moviendo mis piernas hacia donde estaba, lo rodeé por detrás y me dejé caer en el banco a su lado, justo pegada a la pared, una ventaja para esos días en los que me quería echar una pestañita mientras terminaba la hora.
— Hola — salude soltando mi mochila en el pupitre que compartíamos.
Parpadeó cambiando la dirección de su mirada, los potentes rayos de sol del mediodía se colaban por la ventana intensificando el verde de sus ojos, haciéndolos contrastar con el vacío de su expresión. Lo vi subir sus codos al mueble alzando una ceja con diversión.
— ¿Ya no estás enojada?
Volqué los ojos recargando mi espalda en la pared, direccionando mi cuerpo hacia él, con mis brazos colgando en el respaldo de la silla.
— Felicidades Kaleth, te llevas el premio al rey de la sutileza.
Se encogió de hombros.
— Llevo años trabajando duro por ello.
Me mordí el labio reprimiendo la sonrisa que amenazaba con crecer moviendo mi cabeza de un lado a otro.
Su brazo se estiró con tanta delicadeza que no tuve tiempo de procesar el ligero roce de las yemas de sus dedos en el centro de mis labios obligándome a que los liberara. Seguí el camino de su piel, recorriendo cada tatuaje que se esparcía por su brazo, marcando su clavícula, difuminando su cuello... hasta que un ligero escalofrío sacudió mi columna vertebral al notar sus pupilas dilatadas viajando por mi cuerpo: estudiando y memorizando cada centímetro de mi.
Los mismos dedos que me tocaron se deslizaron ahuecando mi mejilla, cerré los ojos unos escasos segundos disfrutando de su toque, sostuve su mano y la bajé en medio de nuestros regazos soltando un suspiro agotado.
— La verdad es imposible estar mucho tiempo enojada con alguien que me manda por correo electrónico la segunda parte del libro que me regaló — mencioné.
— No esperé que funcionara.
— Hiciste mal, pero tampoco es como si me hubieras cambiado por otra o algo así — fingí que me lo pensaba mejor formando un mohín juguetón — En realidad, ni siquiera somos nada para que me enoje por eso.
— Castañeda, ¿quiere compartir su conversación con la clase?
Me incorporé tan rápido como pude alejando mis manos de las de Kaleth al escuchar la voz de la profesora. Los miles de cuchillos silenciosos que me lanzaba la mujer parada frente a mí por haberme atrevido a interrumpir su clase penetraron lo suficiente como para que me aclarara la garganta pronunciando lo primero que llegara a mi mente.
— Ich gebe ihm Heilmittel, um seine Ballenzehen zu heilen.
La mujer entornó los ojos ante la fluidez de mi respuesta, torció su vista hacia el británico chasqueando con asco.
— Bitte seien Sie aufmerksam... und gehen Sie nach dem Unterricht zum Arzt.
Le sonreí levantando el pulgar invitándole a continuar con su explicación de las distintas estructuras gramaticales. Quizá ser de los pocos alumnos que hablaba con ella el idioma que impartía me daba unos cuantos privilegios después de todo.