XVIII

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JAEMIN

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JAEMIN

Dejé el auto estacionado en el callejón que usualmente mi padre usaba para guardar su vehículo. Abrí esa reja color verde que hace meses no tocaba y se desbordó al instante un mar de recuerdos, pero los hice a un lado por un segundo recordando el motivo de estar abriéndola en primer lugar, con la mano de Jeno entre las mías lo conduje hasta la puerta de la entrada y busqué entre mis bolsillos las llaves que siempre llevaba conmigo. Por suerte encontré la que necesitaba y la inserté en el cerrojo hasta que sonó indicándonos que ya podíamos entrar.

Sin soltar su mano lo hice entrar y encendí las luces, me quité mis zapatos y el lugar se veía como siempre, un poco lleno de polvo por el desuso, pero nada más.

- ¿Dónde estamos?

- En mi casa, bueno... mi antigua casa. No la vendimos porque pensamos que nos sería útil, y creo que así fue.

- ¿Podemos estar aquí?

- Soy el dueño... no estamos haciendo nada malo... ven, tenemos que secarnos o nos enfermaremos.

Jeno asintió como un niño pequeño. Fui a ver si el gas funcionaba y gracias a los dioses si lo hacía, busqué toallas en el cuarto de baño y se las entregué a Jeno, también fui directo a mi antiguo cuarto y en el closet aun había cosas que me había dejado allí ya que no cabían en las maletas cuando nos mudamos.

Me había mantenido tan ocupado buscando la forma de cuidarnos a ambos que no había notado de que su cuerpo permanecía cerca de mí, siguiéndome a cada paso, como un patito que sigue a su mamá, me dio mucha ternura verlo así.

Debería asustarse más seguido.

Tomé algunas ropas para cambiarnos y llevé a Jeno al baño para que se duchara.

- No te vayas... - me agarró la muñeca con fuerza.

- Estaré afuera, tranquilo.

- Dejaré abierto... pero no mires.

- Tentador... pero claro, como quieras - besé su frente - Ve, estaré justo aquí.

Desde el pasillo escuchaba como la ducha se encendió, me consolaba saber que Jeno no estaba tan alterado a como lo estaba hace unos minutos antes. Saqué mi teléfono del bolsillo y revisé la hora, era bastante tarde como para viajar hasta Seúl en medio de esta tormenta que lo empeoraba aún más, así que decidí llamar a mi madre.

- Hijo, ¿estas bien? - al primer sonido mi madre contestó enseguida.

- Hola, mamá... si estoy bien, te llamaba porque hay una tormenta aquí, así que nos quedaremos en la casa.

Dulce Trofeo | Nomin | NorenminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora