Cap. 22 - No Me Perderás

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Emilio estaba del mejor humor posible, acababa de ganar unos buenos billetes en un combate y se daría una ducha para ir a contarle a Joaquín. Aunque de verdad quería invitarlo a la pelea, pero sabía que seguro estaba muy cansado por su presentación y apenas podía mantenerse de pié por las ampollas en sus pequeños y delicados pies, dejarlo esa mañana fué casi doloroso para él y maldijo cada minuto en el que se vestía y lo miraba, tan precioso y perfecto.

Y era suyo.

Después de darse una ducha se apresuró a ponerse una camiseta cualquiera y un par de pantalones mientras cruzaba la sala y maniobraba para ponerse los zapatos mientras daba pequeños saltos.

— ¡Emilio! — se detuvo antes de abrir la puerta y giró para encontrarse a Kiko y Romina mirándolo desde el pasillo.

— ¿Qué sucede? Ya me voy.

— ¿Nos harás de cenar? Tenemos hambre y mamá llamó para decir que llegará más tarde — Emilio maldijo en voz baja y gimió frustrado, él sólo quería correr y abrazar a su novio que no había visto en todo el día. La falta de esos ojos ámbar lo estaba matando.

— ¡Bien!

40 minutos después tenía a sus hermanos devorando hamburguesas hechas en casa. Kiko se quejaba de que cantaba horrible mientras lavaba los platos, pero a él sólo lo motivó a cantar más alto una vieja canción de Journey.

— ¿Porqué estás tan feliz? — preguntó Kiko y Romina rodó los ojos cómo si fuera algo obvio.

— ¡Es obvio tonto! Está enamorado.

— ¿Cuándo te volviste tan inteligente? — Emilio sonrió y besó a su hermanita en la cabeza. Se escuchó el timbre y Emilio se secó las manos con un trapo — Voy a abrir la puerta, traten de no atragantarse en mi ausencia.

Silbando, caminó perezosamente a la puerta aún con el delantal afeminado en la cintura, probablemente fuera Diego que se burlaría de él y eso no tendría mucha importancia.

Su felicidad murió cuándo abrió la puerta.

Joaquín estaba en la entrada abrazándose a sí mismo mientras temblaba incontrolablemente, vestía sólo unos shorts de Jean y una camisa de una vieja banda. Pero lo que más lo conmocionó fué su cara hinchada y sus ojos rojos que soltaban lágrimas incontrolables.

— Emilio — él se lanzó sobre el rizado con fuerza y él lo abrazó cómo pudo mientras sus sollozos eran más audibles. Se sentía cómo si le hubiesen golpeado el estómago con fuerza, apenas podía respirar y le dolía, le dolía ver a su precioso Joaquín en ese estado. El luchador dentro de él gritó exigiendo sangre por la persona que se había atrevido a dañarlo de ésta forma, pero su parte más racional tomó el mando y lo alzó en sus brazos cómo un bebé para llevarlo a su habitación sin decir una palabra.

— Shhhh, está bien — se acostó en su cama con él en su regazo apretándolo aún más cerca y acariciando su cabello fuera de su rostro. — Estoy aquí. Todo está bien.

Estuvieron así al menos 20 minutos más, hasta que Joaquín logró calmarse entre sus brazos. No quería presionarlo a hablar, pero necesitaba saber qué había pasado y luego salir a matar a alguien. No esperaba escuchar lo que salió de su boca.

— ¿Estás usando un delantal de flores? — él le sonrió y alzó sus cejas engreído.

— Sigo siendo sexy — Joaquín soltó una risita ahogada y limpió sus lágrimas mientras trazaba los patrones de su delantal distraídamente.

— Mi madre me odia — murmuró y él empezó a acariciar su cabello para tranquilizarlo.

— ¿Qué?

Corazón Tatuado // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora