Emilio estaba del mejor humor posible, acababa de ganar unos buenos billetes en un combate y se daría una ducha para ir a contarle a Joaquín. Aunque de verdad quería invitarlo a la pelea, pero sabía que seguro estaba muy cansado por su presentación y apenas podía mantenerse de pié por las ampollas en sus pequeños y delicados pies, dejarlo esa mañana fué casi doloroso para él y maldijo cada minuto en el que se vestía y lo miraba, tan precioso y perfecto.
Y era suyo.
Después de darse una ducha se apresuró a ponerse una camiseta cualquiera y un par de pantalones mientras cruzaba la sala y maniobraba para ponerse los zapatos mientras daba pequeños saltos.
— ¡Emilio! — se detuvo antes de abrir la puerta y giró para encontrarse a Kiko y Romina mirándolo desde el pasillo.
— ¿Qué sucede? Ya me voy.
— ¿Nos harás de cenar? Tenemos hambre y mamá llamó para decir que llegará más tarde — Emilio maldijo en voz baja y gimió frustrado, él sólo quería correr y abrazar a su novio que no había visto en todo el día. La falta de esos ojos ámbar lo estaba matando.
— ¡Bien!
40 minutos después tenía a sus hermanos devorando hamburguesas hechas en casa. Kiko se quejaba de que cantaba horrible mientras lavaba los platos, pero a él sólo lo motivó a cantar más alto una vieja canción de Journey.
— ¿Porqué estás tan feliz? — preguntó Kiko y Romina rodó los ojos cómo si fuera algo obvio.
— ¡Es obvio tonto! Está enamorado.
— ¿Cuándo te volviste tan inteligente? — Emilio sonrió y besó a su hermanita en la cabeza. Se escuchó el timbre y Emilio se secó las manos con un trapo — Voy a abrir la puerta, traten de no atragantarse en mi ausencia.
Silbando, caminó perezosamente a la puerta aún con el delantal afeminado en la cintura, probablemente fuera Diego que se burlaría de él y eso no tendría mucha importancia.
Su felicidad murió cuándo abrió la puerta.
Joaquín estaba en la entrada abrazándose a sí mismo mientras temblaba incontrolablemente, vestía sólo unos shorts de Jean y una camisa de una vieja banda. Pero lo que más lo conmocionó fué su cara hinchada y sus ojos rojos que soltaban lágrimas incontrolables.
— Emilio — él se lanzó sobre el rizado con fuerza y él lo abrazó cómo pudo mientras sus sollozos eran más audibles. Se sentía cómo si le hubiesen golpeado el estómago con fuerza, apenas podía respirar y le dolía, le dolía ver a su precioso Joaquín en ese estado. El luchador dentro de él gritó exigiendo sangre por la persona que se había atrevido a dañarlo de ésta forma, pero su parte más racional tomó el mando y lo alzó en sus brazos cómo un bebé para llevarlo a su habitación sin decir una palabra.
— Shhhh, está bien — se acostó en su cama con él en su regazo apretándolo aún más cerca y acariciando su cabello fuera de su rostro. — Estoy aquí. Todo está bien.
Estuvieron así al menos 20 minutos más, hasta que Joaquín logró calmarse entre sus brazos. No quería presionarlo a hablar, pero necesitaba saber qué había pasado y luego salir a matar a alguien. No esperaba escuchar lo que salió de su boca.
— ¿Estás usando un delantal de flores? — él le sonrió y alzó sus cejas engreído.
— Sigo siendo sexy — Joaquín soltó una risita ahogada y limpió sus lágrimas mientras trazaba los patrones de su delantal distraídamente.
— Mi madre me odia — murmuró y él empezó a acariciar su cabello para tranquilizarlo.
— ¿Qué?
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Corazón Tatuado // Adaptación Emiliaco
FanfictionUna noche de borrachera nos puede llevar a hacer cosa que ni pensábamos hacer, ¿pero tatuarse el nombre de una persona?. Dicen que sólo sucede en las Vegas, sin embargo nuestra historia se desarrolla en New York, hogar del duro boxeador Emilio Marco...