Una noche de borrachera nos puede llevar a hacer cosa que ni pensábamos hacer, ¿pero tatuarse el nombre de una persona?. Dicen que sólo sucede en las Vegas, sin embargo nuestra historia se desarrolla en New York, hogar del duro boxeador Emilio Marco...
Joaquín cambió su peso nerviosamente de un pié a otro y espió a través de la cortina de terciopelo, los nervios estaban azotando su estómago y ni siquiera había comido antes de ponerse su traje, pero al ver hacía al público se calmó un poco al ver que los dos asientos que había reservado estaban ocupados, sin embargo los nervios llegaron rápidamente cuándo se dió cuenta que pronto saldría a escena para hacer su sólo.
— Tengo que respirar — se dijo a sí mismo alejándose de la cortina y tomando profundas y largas respiraciones. Allá afuera debería haber al menos unas cuántas personas que él conocía y eso sólo lo ponía más nervioso.
— ¿Estás bien? — Joaquín saltó cuándo escuchó a Azul a su lado, no tenía idea de cuándo había llegado.
— Sólo estoy nervioso — Azul asintió y corrió un poco la cortina para espiar.
— ¿Ese chico que te envía rosas estará aquí hoy? — Preguntó sin mirarlo — dijiste que era tu ex novio.
— Espero que no — bufó con molestia, Mauricio había estado enviando rosas durante todos sus shows sin importar en que país estuvieran, le sorprendía un poco su insistencia de contactar con él y "darse una oportunidad" pero por otro lado no le sorprendía mucho el derroche de dinero porque así eran los Abad, después de todo eran asquerosamente ricos y un par de flores no lo dejarían en la quiebra — Es una molestia aunque probablemente esté aquí.
— ¿Vas a verlo? — Joaquín negó con la cabeza.
— Me escabulliré con mi hermana tan pronto termine todo —escuchó a la organizadora gritar para llamar la atención de todos y supo que estaban por salir a escena así que tomó una larga respiración y se acomodó el traje.
Hora del show.
Joaquín puso la más grande de sus sonrisas y salió al escenario aturdido por el sonido de los aplausos y las luces cegadoras, el corazón le martilleaba en el pecho cómo si se fuera a salir de su cuerpo, pero apenas empezó la música fué cómo si él fuera en automático, ya no pensaba ó sentía, simplemente fluía con las armonías. Todo terminó más rápido de lo que pensó y cuándo se dió cuenta su sólo había acabado y los aplausos llenaban el lugar.
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— ¡Joaquín! — él saludó hacía su hermana que sonreía ampliamente y daba pequeños saltitos emocionada, le hizo una seña y volvió a su conversación.
— Tal vez deberíamos hablar ésto con más calma mañana, joven Bondoni — Leopold James sonrió hacía su hermana y Joaquín asintió, él era un hombre bajito, pero delgado de piel algo bronceada y cabello gris, usaba grandes lentes de pasta gruesa y un traje hecho a medida.
— Está bien, gracias por venir — Joaquín aceptó la tarjeta que Leopold le entregó y le dió la mano a él y a su pareja, una linda y pequeña rubia bastante callada, pero agradable. Ellos saludaron y se dirigieron a la salida, Joaquín inmediatamente guardó la tarjeta y caminó hasta su hermana que estaba junto a la familia Marcos.
