Epilogo 2

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POV Valentina

Cuando mi mujer me propuso ser madres nuevamente no lo pensé ni un segundo, dije que sí de inmediato, porque moría de ganas por agrandar la familia y vivir nuevamente la aventura de un embarazo junto a ella y esa manera tan especial de tratarme y complacer cada una de las cosas que necesito. No me malentiendan, Juliana siempre es especial y la mejor compañera de vida que alguien pudiera tener, pero lo que vivimos durante la gestación de Julieta fue otro nivel de amor. Su manera de cuidarnos y protegernos superó cualquier expectativa, se transformó en una especie de genio de la lampara que movía cielo y tierra para complacer mis antojos y peticiones por locas y exageradas que pudieran ser. Me causa risa recordarla a las tres de la mañana corriendo al Burger King por mis aros de cebolla con miel mostaza y yendo al chino por mis cubos de helado de lima, esos son los detalles que me siguen enloqueciendo de ella.

Mi segundo embarazo fue una experiencia maravillosa para nosotras y las niñas. Solo sufrí los típicos malestares de los primeros meses, el resto fue mucho más tranquilo de lo que imaginé, pude continuar dictando mis clases de historia del arte hasta el octavo mes donde, por petición de mi mujer, decidí tomar la baja materna para descansar y prepararnos para el gran día. Establecimos un plan para cuando llegara la hora, así sabríamos qué hacer, más que nada por las niñas, y mantendríamos la calma hasta que estuviéramos en el hospital. No funcionó, Juliana se puso demasiado nerviosa cuando vio que había roto aguas y que el líquido amniótico escurría entre mis piernas. Tuve que pedirle que mantuviera la calma y avisara a mi mamá para que se quedara con las niñas mientras ella me llevaba a recibir asistencia médica.

- Respira, vamos, amor, todo estará bien - le dije con su rostro entre mis manos y ella asintió. Fue por el bolso que habíamos preparado y me ayudó a cambiarme.

- ¿Duele? - me preguntó con cara de preocupación y negué - Ya casi llegamos, todo va a salir bien - besó mi frente y me abrazó. Podía sentir su corazón latir a 2,000kms por hora, estaba asustada y nerviosa, pero jamás me lo diría para no alterarme.

- Te amo - hablé con mi cara en su pecho y la sentí reír.

- También te amo, Val - besó mi cabeza y empezó a decir palabras de amor para darme un poco de calma que ni ella misma tenía. Pero esa es su manera de amarme, haciendo lo imposible en el momento más inesperado y cuando más la necesito.

Mi obstetra me recibió y de inmediato me ingresaron a labor de parto, nos tomó un par de horas, de mucho dolor y lágrimas, conocer a Lucas, nuestro principito que hoy cumple su primer año. Cuando lo vi por primera vez, no pude evitar llorar de emoción, supe que la vida me volvía a premiar con el privilegio de ser madre junto al amor de mi vida, mi alma gemela, y que había valido la pena cada contracción, cada malestar, cada nausea, cada cosa que atravesé para tenerlo en mis brazos. Es tan guapo, casi la copia fiel de Juliana, su sonrisa, esa mirada profunda e intensa capaz de derretir témpanos de hielo, su pelo negro, el color de su piel, su carisma, todo tiene de ella menos sus ojos azules parecidos a los míos. Es el consentido de la casa, sus hermanas lo adoran, lo cuidan, juegan con él, están enfrascadas en una lucha intensa por cuál de sus nombres dirá primero, si Azahara o Julieta, se pelean por darle de comer o por ayudarme a bañarlo.

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