Capítulo 1

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Estoy harta.

No, harta no es la palabra, estresada y con ganas de morir.

Me quito los lentes y los aviento a una parte de la mesa sin importarme si caen al suelo, me duelen las nalgas de tanto tiempo estar sentada y mi espalda pide a gritos que me enderece por tanto tiempo estar encorvada.

Mi vista está en todas las hojas con cálculos y fórmulas, en todas las tazas de café qué hay esparcidas en mi laboratorio, bolas de papel en el piso regadas como copos de nieve gigantes.

Alzó la mirada y veo el prototipo en frente mío con letras gigantes que dice error.

Otro día sin poder resolverlo, otro día de sentirme insuficiente.

Tal vez es tiempo de aceptar que es imposible lo que trato de hacer, o simplemente dejar el pasado atrás.

—Tal vez, si cambio la fórmula principal pueda conseguir otra variante.— susurré para mi misma, mientras masticaba la goma de un lápiz.

Y volvimos a la querida hipótesis.

Llevaba aquí toda la noche como era costumbre, realmente no me quejaba, aunque no tuviera este caos no haría nada en mis noches, no tengo amigos o familia para visitarlos o pasar de fiesta y tampoco es como si tuviera mucha iniciativa de salir a las calles de New York para hablar con extraños y tomar cervezas.

¿Mi vida era aburrida? Depende de quién me viera, si eras una persona de mi edad con una vida normal lo más seguro es que sí, pero, si eras alguien más observador y no tan común, podrías pensar qué tal vez mi vida era interesante.

Bueno, si interesante para ti es pasar horas en frente de pizarras con números y litros de café, lo es.

Nah, si era una persona aburrida.

Me paré de la silla y empecé a buscar mi teléfono para distraerme un poco, al no encontrarlo por todo el desorden, con mi reloj pulsé la opción para que sonara y así encontrarlo, estaba debajo de muchas hojas que ya ni me servían, ya que el nuevo prototipo fue un total fracaso.

Al prender la pantalla pude ver que sólo tenía el 15% de batería y varias llamadas sin contestar de un número desconocido.

Oh oh

¿Será prudente regresar la llamada a estas horas?

Me distraje cuando oí un ruido en el laboratorio, este sitio era privado, sólo yo podía ingresar ya que era de mi propiedad y que nadie más tenía llaves.

—¿Gardenia Anderson?— preguntó una voz masculina detrás de mi.

Tengo una arma en algún lugar, sabría en donde si no hubiera un caos en mi espacio de trabajo.

Me di la vuelta lentamente hasta dar con la persona que me llamó.

Era un hombre alto, bueno, todos son altos a lado mío, era rubio y con ojos azules, vestía muy casual, no se veía como si fuera a matarme, de todos modos estaba atenta a todos los próximos movimientos que podría hacer.

—Soy Steve Rogers, fui mandado por órdenes de Fury.—dijo con voz firme, si fuera una persona sensible me hubiera sentido regañada.

¿Rogers? ¿Cómo el supersoldado? Que pregunta tan más sonsa.

—¿Cómo conoces a Nick?— pregunté desconfiada.

—Trabajo para él.— dijo sin rodeos.

—¿Cómo entraste?

—Fury me dio una llave, mi intención no es incomodarte.

Bueno, al menos sabe que me incomoda su presencia.

—¿Qué necesitas, Steve?— al no escuchar una respuesta de su parte, di un pase al frente.— ¿Y bien?

Espabiló cuando me acerqué otro poco a él.

—Fury esta reclutando personas para recuperar el teseracto, me envío por ti.

¿Recuperar? ¿Quién fue el idiota que se lo llevó?

—¿Necesitas una respuesta en estos momentos?

Mi pregunta salió en mal tono, no tengo nada contra él, solamente no me agradan los supersoldados.

Steve me miró sorprendido por mi tono de voz, pero hizo caso omiso y solo negó.

—Fury me dijo que había probabilidades de que no vinieras conmigo, así que eso sería todo.

Asentí levemente pensando en todo lo que ha pasado las pasadas 24 horas y que no he dormido casi nada.

—¿Necesitas que te acompañe a la puerta?

Le pregunté ya que no se movió de su lugar.

—Hasta luego, Anderson.

—Gardenia.— le dije cuando se dio la media vuelta para irse.—Solo Gardenia, no me gusta mi apellido.

—Nos vemos pronto, Gardenia.— me dio una corta sonrisa y dicho eso se perdió entre los pasillos de mi laboratorio.

Solo tenia una cosa en mente, bueno en realidad dos: Comer y dormir.

Vi la pizarra con mi gran error e inevitablemente me dieron ganas de llorar, me limpie rápidamente mis ojos y agarre mi bolsa, apagué las luces de mi laboratorio y salí de el.

El viento cálido de las calles de New York me recibieron como un abrazo frágil, de camino a mi departamento compré una pizza familiar de champiñones.

A diferencia de mi laboratorio, mi casa estaba demasiada organizada y limpia, usualmente no pasaba mucho tiempo aquí, la gran parte de mi vida la pasé en otros lugares y cuando cumplí la edad legal me fui de donde estaba, compré este departamento con el dinero que se me fue dado y el laboratorio siempre ha estado, solo que antes estaba a nombres de otras personas que tanto quería.

—¿Pambazo?— llamé a mi mascota.

Cuando pasaba largas horas en el laboratorio solía llevarlo conmigo, pero esta vez estaba tan aferrado a su cama que ni se movió.

A paso lento se fue acercando a mi, y no es porque estuviera feliz de verme, lo sé porque fue directo a la caja de pizza.

—Eres un gordo tragón.— le dije cuando lo cargué como un bebé.

Él ya está acostumbrado a mi tacto, así que aunque no le guste se tiene que aguantar ya que yo lo alimento y le doy una cama cómoda.

—Solo una rebana, que luego te hace daño.— le advertí.

Lo baje y le di su rebana de pizza.

Tal vez muchas personas no les resulte común tener un mapache de mascota, pero siempre he dicho que mi Pambazo es un gato en cuerpo de mapache y lo amo como tal.

Después de esconder la pizza, me fui a dar un largo baño, tenía que pensar varias cosas, otra variante para mi prototipo, el llamado de Nick y lo que podría pasar al ir con él.

No puedo imaginar quién se llevó el teseracto y sobre todo si sabe lo capaz que es ese cubito azul.

Me puse mi pijama y al instante que mi cabeza tocó mi almohada me quedé profundamente dormida.

Tal vez no sería mala idea darme una vuelta con Nick, me servirá para despejarme un rato, ¿Qué tan malo puede ser?

El amor a muchas vistas|| Steve RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora