Capítulo XXXIV. No como esperaba.

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Shu estaba más que decidió a reconquistar a aquella persona que una vez lo amó al punto de olvidarse de sí mismo.

Por otro lado, Valt ni siquiera pensaba un segundo en perdonar a Shu, o hablar con él. Toda su atención estaba centrada en una sola cosa: ver a Sasha Guten tras las rejas.


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—Señor, hoy a las dos de la tarde tiene una cita con sus abogados, los que llevan el caso de Sasha Guten. —Recordó su secretaria mientras dejaba un paquete en el escritorio—. Y esto llegó hace unos minutos, no dice quién lo envía.

—¿Y cuál se supone que es tu trabajo?

Ella trago profundo, si bien Valt era un jefe generoso, también podía tener una mirada temible—. Ya lo revisé, es mejor que lo vea usted mismo.

Valt asintió y le hizo una señal para que saliera, ella se despidió y regreso a su lugar de trabajó.

Valt miró el paquete y después de dudar unos segundos decidió abrirlo. Dentro había una caja de con comida que no se veía muy bien. Había una nota pegada.

«Tú siempre me diste la mejor comida, sin embargo, yo no puedo ser tan bueno como tú, estuve practicando y esto fue lo que salió. Lo probé y no está mal, por favor, cómelo antes de seguir trabajando...»

Valt arrugó las cejas y el envoltorio al mismo tiempo. Aunque no tenía remitente, no había cocinado para nadie más que para Free y Shu. Free no tenía la necesidad de mantener su imagen en anonimato, entonces este "regalo sorpresa" no era más que de Shu Kurenai.

Una comida tan mediocre, justo como quien la había cocinado.

Valt salió de su oficina y llegó hasta donde su secretaria—. Echa esto a la basura.

Después de dar la orden siguió su camino hacia el elevador. Aún tenía que ir a comer con Daigo, él había llegado hace unos días, sin embargo, no les había sido posible reunirse.

Daigo era una persona muy importante para Valt, él lo vio en sus peores momentos y le juro ayudarle a completar su venganza.

Cuando Valt estaba viviendo en aquel lugar y aún tenía a su hijo con él, Daigo iba regularmente a visitarlo, incluso había elegido juntos el nombre del pequeñín, quien diría que él nunca iba a poder escucharlo.


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El dolor de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora