Epílogo

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La estación de trasladores era la parte de los viajes que Newt más odiaba. Siempre desbordaba de gente, magos pretenciosos que van a viajes de negocios o a unas costosas vacaciones. Tomó su maleta y se alejó a paso veloz, ansioso de volver a su hogar. Caminó sin importarle chocar con desconocidos rumbo a las chimeneas y una vez pudo adentrarse a una desapareció envuelto por las llamas verdes.

Lo primero que vio al llegar a su sala fue el letrero chueco pintado con crayones y colgado de sus candelabros que decía "Bienvenido Tío Newt" en una pésima caligrafía característica de un niño pequeño, decorado con huellas de manitas seguramente hechas con pintura y dibujos bastante inexactos en anatomía de Teddy, Dougal y Pikett. Lo siguiente que llamó su atención fue la estampida de pasitos que se dirigían en su dirección, por lo que bajó su mirada encontrando a sus enanos favoritos estampandose contra sus piernas.

El pequeño Aurelius de cinco años ya alcanzaba su cadera, tenía unos rizos rubios idénticos a los de su madre, además de la sonrisa afable y los ojos llenos de asombro de su padre, siempre expectante sobre lo nuevo que puede aprender; la nena de tres años, su ahijada de nombre Artemisa tiró de su pantalón, observándolo con sus enormes ojitos de salamandra idénticos a los de Tina y con su cabello también rubio atado en dos coletas disparejas, seguro por no permanecer quieta. Después de tantos meses sin verlos los cambios de su crecimiento eran bastante evidentes.

-¡Tío Newt! ¡Tío Newt, has vuelto!- Gritó con entusiasmo el niño.

-¡Panino! ¡Panino! ¡Panino!- también gritó la pequeña con voz chiquiona, alzando sus brazos y dando pequeños saltitos como exigencia de que la cargaran.

Newton se agachó paciente, dejó su maleta en el suelo a un lado de ellos y los envolvió a ambos con sus brazos -Mis enanos favoritos, los extrañé tanto.

-Yo no soy un enano- el niño se separó del abrazo ofendido -¡crecí todo esto!- extendió sus brazos haciendo un ademán exagerado.

-Puedo verlo, estas enorme.

-Panino ¿trajiste regalos?

-¡Artemisa! No seas grosera, tu tío acaba de llegar- Regañó Queenie, entrando a la habitación.

Newton soltó con cuidado a los pequeños y se levantó para acercarse a su amiga y estrecharla en un efusivo abrazo.

-Me tenias tan preocupada Newton Artemis Fido Scamander- lo apretó con fuerza y los separó para tirar de la oreja del hombre con la habilidad que solo una madre posee, haciendo tronar el cartílago y dejándo la piel con un tono rojizo.

-¡Auch! ¡Queen!- reclamó sobando la parte mallugada.

-Mereces más, pero estoy demasiado feliz por volver a verte- dijo en forma de una adorable amenaza. La mujer notó como su amigo la veía con molestia y luego sus ojos se perdían en la puerta a sus espaldas, esperando expectante que alguien más la abriera para darle la bienvenida.

-¿Dónde está?- preguntó genuinamente preocupado.

Después de lo acontecido con Grindelwall, Percival decidió dejar su trabajo en el MACUSA y mudarse a Inglaterra; debido a su gran historial laboral y a que ahora era considerado un héroe le ofrecieron (con un poco de influencia de Theseus) un puesto honorario en la Oficina de Aurores, invitándolo a participar en casos de gran relevancia y complejidad, donde su experiencia era necesaria; el resto del tiempo lo dedicaba a ayudar a Newton en el cuidado de las criaturas de su nuevo hogar y es por esto que no acompañaba a Scamander en sus viajes.

Queenie dejó salir un largo suspiro -En el sótano, tienes suerte de que no esté aquí, lleva meses siendo un cascarrabias- terminó cruzando los brazos.

Veneno para las pesadillas [Gramander]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora