Capítulo 21🦋

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Aria

Madie se sentó a mi lado en los acogedores sofás de la terraza del Golden, mientras examinaba mi rostro con detención.

—No me psicoanalices —mascullé sin mirarla.

—No te estoy... —sacudió la cabeza—. Da igual, quiero saber cómo estás y si no me lo cuentas tengo que recurrir a otras técnicas.

Rodeé los ojos y resoplé.

—¿Cómo crees que estoy?

Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que vi a Alex. Ya no me llamaba ni mi visitaba. Paró de insistir el día en que me vio con Liam. No sé si sentirme feliz o enojada con eso. ¿Era lo que yo quería? Sí, pero no de ese modo. No quería que se ausentara como siempre lo hacía. Sin embargo, tampoco era justo para él tenerlo casi arrastrándose para que lo escuchara. Le pedí tiempo y al parecer accedió a dármelo. ¿Me arrepiento? Claro, no lo hubiera hecho si hubiera sabido que desaparecería de mi vida, tal cual como me dijo en mi sueño. «Estoy desapareciendo».

Hace aproximadamente dos días lo había llamado unas cinco veces, sin embargo, no me contestó. Le mandé mensajes y tampoco hubo respuestas de su parte. Así que dejé de intentarlo. En otras palabras, me estaba diciendo que lo dejara tranquilo y eso fue lo que hice. Quizás decidí escuchar sus explicaciones demasiado tarde y ahora él era el que no quería dármelas.

—Si él fue capaz de darte el tiempo que le pediste, ahora tú deberías hacer lo mismo por él. Quien sabe, tal vez está pensando en cómo empezar a contarte toda su historia. O en el mayor de los casos está de viaje por negocios. No lo sabes. A veces juzgamos a las personas por lo que hacen sin saber el verdadero trasfondo de la situación.

Levanté la vista hacia mi amiga y la apretujé entre mis brazos.

—Eres como una anciana.

—¿Así de arrugada?

Me reí y la estreché más hacia mí.

—Así de sabia.

Levantó los brazos y me abrazó con la misma fuerza.

—Te quiero Ari.

—Y yo a ti baby.

—¡BELLOTAAAAAA! —Él gritó de Rafael, provocó que me separara de golpe de Madie. «¡Mierda, que hice ahora!».

—Dígame señ...

—¡A mi despacho! ¡AHORA!

El miedo cruzó mi rostro y Madie me acarició el brazo dándome ánimos.

Me puse de pie y salí de la terraza, encaminándome al infierno. Cuando abrí la puerta de su despacho, la maldita foca ya estaba acomodado en su asiento.

Me paré frente a él, enderecé la espalda, levanté la barbilla y dije:

—Antes de todo, señor, quiero decirle que he hecho mi trabajo a la perfección. No he llegado tarde, no se me ha caído ninguna bandeja y he tratado a los clientes como si fueran de cristal.

—¿Y quién diablos te preguntó eso, bellota?

Abrí la boca perpleja y la volví a cerrar.

—¿No es por eso por lo que me llamó? —pregunté confundida.

—¡No estúpida! Te llamé porque Joseph Storwell, me pidió con suma importancia que tú fueras una de las meseras de mañana.

El solo hecho de escuchar el apellido de Alex hizo que se me pusiera la piel de gallina.

Una luz a Medianoche © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora