Capítulo 47🦋

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Aria

Hoy me levanté ultra feliz, dormir con Alex por tantos días seguidos me estaba sentando de maravilla.

Me despertó llenándome de besos todo el rostro. Su sonrisa radiante me trasmitía ese calor involuntario que de inmediato transitaba por todo mi cuerpo. Sus ojos contemplaban detenidamente mis facciones como si quisiera memorizar cada una de ellas. Estuvimos así por un par de minutos, besándonos y acariciándonos hasta que por fin nos dignamos a levantarnos. Nos duchamos y luego me coloqué una malla gris con un top blanco manga larga y encima una sudadera corta del mismo color, me calcé las zapatillas deportivas y me hice una coleta alta en el cabello.

Me dirigí al baño y mientras sacaba mi maquillaje del bolso escuché que Alex hablaba por teléfono con alguien dentro de la habitación. Me acerqué a la puerta sigilosamente «Sí, pueden decirme que soy la chismosa del pueblo». Solo alcancé a escuchar una maldición en voz baja y un "mantenme al tanto". Luego colgó y yo volví a ponerme frente al espejo con un sentimiento extraño en el pecho. «¿Qué me estás ocultando Storwell?».

Segundos después, Alex entró al baño peinándose el cabello húmedo con las manos.

—¡Dios santo! —se detuvo en seco—. Si te vistes así harás que quiera encerrarte en mi habitación por el resto del fin de semana.

—No seas exagerado —me seguí maquillando tranquilamente frente al espejo.

—No exagero —se paró tras de mí con sus ojos clavados en mi trasero, sin ni siquiera dignarse a disimular.

Dejé el la mascara de pestañas encima del gigantesco lavabo de Alex y lo miré a través del espejo.

—¿Qué pasa Storwell? ¿Acaso no habías visto un trasero antes?

—Como el tuyo, jamás —se mordió el labio y me dio una pequeña nalgada.

Sonreí y me volteé.

—Tienes que ayudar a tu mamá.

—Tenemos tiempo —me abrazó y de paso me agarró el trasero con las dos manos.

Me eché a reír.

—No me provoques —dije al tiempo que me tomó en brazos y me sentó encima del lavado.

—Tú me provocas y yo no me quejo —hundió la boca en mi cuello depositando pequeños mordiscos que hicieron que me excitara al instante y ya no pude resistirme más. Le quité la camiseta por la cabeza con rapidez y Alex no dudó en desvestirme.

Después de ese pequeño lapsus de calentura, desenfrenada, fuimos a la cocina para comernos un enorme desayuno lleno de frutas, tostadas, tortitas bañadas en miel y jugos naturales. Amaba los desayunos en casa de los Storwell, Minerva cocinaba magnificamente y siempre hacía mucho de todo.

Me sentía realmente espléndida. Nada en el mundo podría quitarme mi buen ánimo, ni siquiera Carla que me miraba con una cara de perro rabioso mientras Alex me limpiaba el costado de la boca con una servilleta.

—Realmente no sabes comer —dijo sonriéndome con diversión y plantando un beso en la boca que me dejó media aturdida, ese gesto provocó que Carla saliera echando humo de la cocina.

—Creo que me odia —murmuré.

Alex observó la puerta sonriendo.

—Carla es así, dramática por naturaleza.

Solté un bufido.

—Tienes claro que le gustas, ¿cierto?

—¿A Carla?

Una luz a Medianoche © (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora