20.D.P

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Capítulo 20

     
           D.P

Max

—Dímelo. Te prometo que guardaré el secreto.

—No, no y mil veces no. Llevas tres días jodiendo con lo mismo, ¿no te cansas nunca? —dije, dejando en la estantería el libro que intentaba leer pero que, gracias a Gaia, no podía.

—No, y menos ahora que sé que ella es mi hermana. Quiero conocerla y saber más de ella. Cuéntamelo, Max, por favor. Prometo no decir nada.

—Gaia, puede que ella sea tu hermana, pero eso no te cambia ni a ti ni a ella en ningún aspecto. Si quieres conocerla, adelante, ve con ella, pregúntale lo que quieras, pero a mí... ¡déjame en paz!

—Tú lo has dicho, el hecho de ser hermanas no cambia muchas cosas, y entre ellas está el hecho de que María Elisa no simpatiza mucho conmigo. Vamos, Max, dime... —empezó a irritarme.

—¡Gaia! Eso no es mi problema, es tu hermana, no la mía. Gánate su respeto, su cariño, o lo que sea, pero gá-na-te-lo.

—¡Shh! Cállate, estamos en una biblioteca, y se supone que soy hija única —tapó mi boca con una de sus manos, pero no dejé que lo hiciera por mucho tiempo.

—¿Ahora recuerdas que estamos en una biblioteca?

—Vamos, Max, soy tu amiga. Tú más que nadie sabes que sé guardar muy bien un secreto... Solo quiero saber un... ¿por qué? Aún no me explico su desmayo en el hospital, cuando aparentemente ya estaba bien. Y menos me explico que hayas empezado a desconectarla de esos aparatos para cargarla en tus brazos solo para traerla al colegio y tirarla al agua. O sea, no entiendo, y ninguno de nosotros entendió. Pero tú... tú sabes algo que ni siquiera Camila o Noah saben, ¿no es así?

—Mira, Gaia. Es cierto que sabes guardar un secreto, pero eso no significa que sepas guardar dos —dije, pasando por su costado.

—¡Maximiliano Palacios! —volvió a interferir en mi camino, cruzándose de brazos.

—No te voy a dejar en paz y lo sabes —advirtió, y sabía que era real. Estos tres días de persecución había visto su cara hasta en la sopa.

—Muy bien, Gaia. Tu hermanita no es alguien nor-mal, y el agua es como su mejor amiga. Si no está cerca cuando ella lo requiere, puede desmayarse. Por eso la tiré al agua y se recuperó mágicamente.

—Entonces, ¿ella está enferma? —su semblante cambió por completo.

—Básicamente, esa sería la explicación más lógica a su estado.

—¿Y tiene cura?

—Yo qué sé, no soy doctor.

—Pero tiene...

—Solo sé que tengo cosas que hacer y me estás quitando el tiempo.

—Es la salud de mi hermana. ¿Y si ella muere?

—No seas pesimista. Mientras la Tierra no se quede sin agua, tampoco se quedará sin María Elisa. Y créeme, la salud de tu hermana es algo que no vas a poder comprar ni con todo el dinero de tu padre. Querías una hermana, ya la tienes, ahora cuídala. Y por el amor de Dios, déjame en paz.

Después de una estresante persecución de tres días, por fin logré que Gaia me dejara en paz, aunque tal vez no debí decirle la verdad. Pero de cierta manera, no se lo dije, ¿o sí? A Guerra le cayó como balde de agua fría saber que Marina Luna ahora llevaba el nombre de Estefanía Remington. Ni siquiera Guerra podía creer que Gaia y María Elisa eran hermanas. Pobre, el amor de su vida al final resultó ser una mujer ambiciosa, capaz de cualquier cosa por dinero, desde abandonar a una hija hasta cambiar de nombre para ocultar su identidad. Solo espero que mi chica cielo no resulte ser alguien que pueda decepcionarme.

R-D : Discipline and Revolution [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora