Final.

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El gran día había llegado al fin

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El gran día había llegado al fin.

La ceremonia se había realizado de lo más lindo y hermoso que jamás Carlos y Charles la habían creído.

Y la fiesta fue un completo éxito, claro que Sergio al estar borracho junto con Max se les ocurrió lanzarse en la piscina dónde también fueron a tirar a Lando, Fernando y a Lewis.

Y como siempre, nuestro Max celoso corrió para alejar a Lewis de Sergio ya que “Le estaba ayudando demasiado a secarse.”

Aún así todo había salido perfecto, Carlos y Charles se fueron en la madrugada como a eso de las 4:30 de la mañana a su luna de miel.

Oliver y Arthur los esperaban en el aeropuerto con sus cosas listas para irse a Mallorca, el destino lo había elegido Carlos.

—Los votos fueron la mejor parte, pero aún no puedo creer que este cretino idiota haya escrito eso, es demasiado lindo como para que él lo haya dicho —Oliver sonrió al mirar a Carlos.

Charles soltó una carcajada mientras Carlos lo empujaba al menor.

—Déjame en paz, mi “yo” enamorado es todo de lo que siempre me había burlado.

—Lo vimos, lo vimos Calos —Charles sonrió y besó la mejilla de su esposo.

—Ya no me digas Carlos, dime mi amor, mi vida, mi esposo, dímelo o sabré que no me amas más —Carlos dijo dramáticamente.

—Ay no, no entiendo cómo es que lo soportas —Oliver hizo una mueca de desagrado— a mí me gustan los hombres que son fuertes y que no dicen esas cosas.

—Por eso te enamoraste de mí, Oli, oh Mon Amour, eres precioso, mírate.

Claro que Oliver y Arthur se estaban comiendo a besos, en algunos soltaban risitas y en otros solo eran ellos dos.

—Ewww, ya dame mis boletos Bearman y consigue una habitación —Carlos dijo.

Oliver sonrió para darle los boletos a Carlos y se despidieron de los chicos para abordar el jet privado de Carlos.

—Como ese mocoso insolente se atreve a decir que soy un llorón, yo no soy, verdad que no mi amor, dime qué no, dime —Carlos era como un niño al cual definitivamente habían malcriado como un berrinchudo.

Charles sonrió para después abrazarlo y sentarse en el asiento del jet junto a la ventana y al lado de Carlos.

—No eres un llorón, mi amor, tal vez un poco berrinchudo pero nada más.

—¿¡Qué!? Claro que no, yo no lo soy.

—Amor, empezaste a hacer berrinches cuando no te dí helado y te dije que debías comer antes.

—Eso fue injusto.

—¿Cuándo me fui al baño y tú te enojaste porque me tardé un minuto más de lo normal?

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