Capitulo 5

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Y ASÍ COMENZARON—los Juegos Olímpicos de la banca de inversiones. Me gustaría decir que fue una competencia madura entre dos profesionales y altamente inteligentes colegas. Me gustaría decir que fue amistosa.

Me gustaría pero... no lo haré. Porque estaría mintiendo.

¿Recuerdas el comentario de mi padre? ¿Acerca de Lali siendo la primera en llegar a la oficina y la última en irse? Se quedó en mi mente toda esa noche.

Verás, conseguir a Anderson no sólo era hacer tu mejor presentación, tener las mejores ideas. Eso es lo que Lali pensaba... pero yo tenía más conocimiento. El hombre es mi padre, después de todo; compartimos el mismo ADN. También se trataba de recompensar. Quién era más dedicado. Quién se lo había ganado. Y estaba determinado a demostrarle a mi padre que yo era ese "quién."
Así que, al día siguiente llegué una hora más temprano. Más tarde esa mañana cuando Lali llego, no levante la mirada de mi escritorio, pero sentí cuando paso por mi puerta.

¿Ves la mirada en su rostro? ¿La leve pausa en su caminar cuando me ve? ¿El ceño fruncido que aparece cuando se da cuenta de que es la segunda en llegar? ¿Ves el acero en sus ojos?
Obviamente, no soy el único jugando para ganar.
Entonces, el miércoles, llego a la misma hora para encontrar a Lali tecleando sin parar en su escritorio. Alza la vista cuando me ve. Sonríe jovialmente. Y saluda con la mano.

No. Lo. Creo.

El día después de eso, llego otra media hora más temprano... y así sucesivamente. ¿Ves el patrón aquí? Para cuando llega el siguiente viernes, me encuentro a mí mismo dirigiéndome al frente del edificio a las cuatro y media.
¡Cuatro y media, maldita sea!
Aún está oscuro. Y cuando llego a la puerta del edificio, ¿adivina a quién veo frente a mí, llegando a la misma hora?

Lali.

¿Puedes oír el siseo en mi voz? Espero que puedas. Nos quedamos ahí parados mirándonos el uno al otro a los ojos, aferrando nuestros capuchinos extra grandes-llenos de cafeína-con moka doble en nuestras manos.
Como que te recuerda a una de esas viejas películas del oeste, ¿no? Ya sabes de las que estoy hablando, aquellas donde los dos tipos caminan por una calle vacía al mediodía para un duelo. Si escuchas con atención, probablemente puedas escuchar la solitaria llamada de un buitre al fondo.
Al mismo tiempo, Lali y yo dejamos caer nuestras bebidas y corremos como locos a la puerta. En el vestíbulo, ella presiona furiosamente el botón del elevador mientras yo me dirijo a las escaleras. Genio que soy, me imagino que puedo subirlas de tres en tres. Casi mido uno ochenta, largas piernas. El único problema con eso, por supuesto, es que mi oficina está en el piso cuarenta.
Idiota.

Cuando por fin llego a nuestro piso, jadeando y sudando. Veo a Lali recargada tranquilamente contra la puerta de su oficina, sin abrigo, un vaso de agua en mano. Me lo ofrece, junto con esa hermosa sonrisa suya.

Me hace querer besarla y estrangularla al mismo tiempo. Nunca me ha gustado el S&M10. Pero estoy comenzando a ver sus beneficios.

—Aquí tienes. Te ves como que podrías usar esto, Peter —me tiende el vaso y se aleja de manera ostentosa—que tengas un buen día.

Bien.
Claro, que lo tendré.
Porque está comenzando de forma genial hasta ahora.

...

Estoy seguro que he dicho esto antes, pero lo diré de nuevo para que nos entendamos. Para mí, el trabajo supera al sexo. Cada vez. Siempre.
Excepto los sábados por la noche. El sábado es noche de club. Noche de chicos. Noche de salir-con-chicas-hermosas-y-follarlas-hasta-que-se-desmayen. A pesar de mi renovada diligencia en el trabajo cuando compito contra Lali por Anderson, mi noche de sábado no cambia. Es sagrada.
¿Qué? ¿Quieres que me vuelva condenadamente loco? Puro trabajo y nada de juego convierte a Peter en un cascarrabias.

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