A nuestro paso

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"A veces el destino nos regala sorpresas agradables"

Baltasar y Mérida estaban sentados junto a una fogata mirando al suelo y hundidos en sus propios pensamientos.
El fuego se proyectaba en los ojos de Baltasar mientras podían oír como la madera se quemaba lentamente liberando el olor de pino seco.

Semira estaba durmiendo en una cómoda canasta cubierta con una sábana de seda roja y con bordados de oro.
El pequeño Leo estaba en su saco de dormir descansando, derrepente abrió sus enormes ojos verdes y observó las estrellas, se puso de pie mientras estrunjaba sus ojos para espantar el sueño y se acercó a Baltasar.

- ¿Cómo te llamas? - Preguntó Leo curioso
- Baltasar
- ¿Y tú? - preguntó Leo dirigiéndose a Mérida, el niño se veía tan inocente y se podía leer un ligero miedo en sus ojos.

- Mérida, y tú eres Leo ¿verdad?

El pequeño asintió tiernamente con un umjú mientras aún se estrunjaba un ojo.
Luego el niño dijo;

- Te pareces a mi mamá, ella también tiene el pelo rojo igual que tú, igual que yo.

Mérida frunció los labios con tristeza y dirigió su mirada al suelo, Baltasar observaba atento esa pequeña conversación.

Leo se volvió a Baltasar y detuvo su mirada en la espada enfundada en la que descansaba la palma de Baltasar, sus ojos brillaron.

- Mi papá estaba enseñándome a usar una, era más pequeña pero se parece, ¿Tú también me enseñarás?

Baltasar lo miró seriamente y dijo;
- Lo haré, tu padre está muerto por lo que es mi deber enseñarte.
Mérida le dirigió una mirada atónita a Baltasar por su excesiva franqueza, ¿Cómo pudo decirle tan fácilmente a un niño pequeño que su padre está muerto?

Leo miró al suelo tristemente y confesó;
- Lo sé, el se despidió de mí esta mañana.
Mérida estaba sorprendida por la reacción de Leo, esperaba que llorara y que se negara, pero no eso, por un momento se asustó por el adulto actuar de este niño, en cambio el rostro de Baltasar reflejaba que no esperaba menos del pequeño príncipe.

- Mi abuela dijo que la muerte no tiene porqué asustarnos, dijo que ella le daba significado a la vida, debes estar dispuesto a sacrificarla por las razones correctas, estoy seguro que papá tuvo una buena causa, ahora está en un lugar mejor.

- Tu abuela tiene razón, y tú eres un chico muy inteligente, tu padre sí que tenía una buena razón.

Leo iba a preguntar algo más cuando el ruido de un bebé lo distrajo, el se dio la vuelta y se dirigió a la fuente del sonido.

Baltasar y Mérida simplemente observaban las siguientes acciones del príncipe.
Cuando Leo vio a Semira sus ojos se llenaron de brillo y no podía quitar la mirada de los enormes ojos dorados de esta niña, la niña estaba tratando de agarrar sus propios pies y tratando de sentarse, Leo enternecido le ayudó y volvió la cabeza hacia Baltasar y Mérida con una sonrisa.

- Ella es muy bonita, ¿Cómo se llama?
- Semira, princesa del reino del Sol
- ¿Ella estará con nosotros?
- Sí, y también será tu esposa si es que conquistas su corazón - Respondió Baltasar.

Mérida volvió a mirarlo indignada y Baltasar solo sonrió, Leo preguntó inocente;
- ¿Así como mamá y papá?
Baltasar sonrió y dijo;
- Solo si la conquistas, lamento decirte que será difícil, créeme.

Leo observaba detenidamente a la pequeña mientras la sostenía delicadamente, parecía que miraba una especie de ángel porque la admiración de sus brillantes ojos era enternecedora.

La Leyenda De Semira Donde viven las historias. Descúbrelo ahora