Capítulo 4

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Pov Samantha Rivera.

Sin poder creer lo que acababa de suceder, cerré la puerta de la habitación con más fuerza de la necesaria.

La había besado, había besado a Ari.

Y ella se había apartado de mi.

Luego de gemir.

Cierto, aquello era un pobre consuelo para mi ego lastimado.

Gruñí cuando el agua fría de la regadera tocó mi piel, pero me quede allí parada estoicamente, sintiendo como los restos de mi excitación bajaban poco a poco.

Estaba comportándome como una pendeja.

Abril Garza no podía tener semejante efecto en mi. No podía. Por el amor de Dios. No era más que una niña. Una torpe e inocente que todavía utilizaba playeras de oso.

Y yo era una Mujer.

Una mujer que no podía dejar de pensar en los labios de una niña.

Ni en sus senos, ni es su cuello, ni en sus... Volví a gruñir.

Era una maldita depravada.

Y necesitaba liberarme de alguna forma, necesitaba hacerlo ya.

En un movimiento, cerré el grifo y salí del cuarto envolviéndome en una bata.

-¿Samantha? -rodé los ojos al escuchar la ansiosa voz de Sarah recibirme tras el teléfono.

-Si, soy yo ¿En dónde estás?

-En mi casa ¿Quieres verme?

-Estaré allí en veinte minutos

Colgué el teléfono, haciendo una mueca.

No era a Sarah a quien me quería follar. Sarah me había aburrido hace mucho.

Entonces ve a tu habitación, y follate a quien de verdad te quieres follar.

Ari me había pedido que me marche.

Y dios sabe que me costo una mierda irme, pero al final lo logré.

No podía volver como una idiota e intentar seducirla de nuevo, no podía dejar que la rubia pensara que estaba obsesionada con ella.

Porque no lo estaba, por supuesto que no.

-¿Vicky? -lleve el celular a mi oído antes de que sonara por tercera vez, mientras me abotonaba la camiseta al mismo tiempo.

-Samantha, hay un problema con Allyson

-¿Qué mierda hizo ahora?

-Violó la Omerta -me lleve una mano al puente de la nariz, mientras esperaba una explicación de mi amigo- Declaró en un juicio sobre la droga importada desde México

-Pedazo de idiota, ¿Qué nombres dió?

-El de Molly, pero ya resolví eso. Los jueces no dirán nada

-¿Ya le pusiste precio a su cuello?

-Si, no durará viva ni un día

-Perfecto -susurre, cortando la comunicación.

Ahora más que nada en el mundo necesitaba liberarme.

Tomé mi chaqueta mientras salía por la puerta, e intentando con todas mis fuerzas no echar un vistazo a mi habitación, me dirigí a la casa de Sarah.

Pov Abril Garza.

No tengo idea de cuanto llevo allí, tirada en la cama, contemplando el cielo raso con los ojos entrecerrados.

Suya | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora